23.4.14

Podemos. Una barata y muy buena campaña publicitaria de calle

Una simple pegatina puede tener el mismo valor que un gran cartel publicitario cuando se habla de política. Cada mensaje se forma de un texto pero también de un fondo y una forma. Un partido político pequeño que aspira a ser cercano, que se sabe pobre y quiere seguir siendo pobre, que además quiere trasmitir que es pobre y poca cosa pues sabe que le beneficia, nada mejor que una simple pegatina para llegar a sus votantes. Es el medio que muchos de ellos emplean, que es más acorde con su forma de ser.

En el partido político “Podemos” no aspiran al voto del ciudadano que no valora una pegatina, sino precisamente al contrario buscan la sinergia con la persona que comprende perfectamente el mensaje pequeño, la pegatina que como en los años 70 tenía un valor reivindicativo enorme. Una barata y muy buena campaña publicitaria.

La frase además es muy contundente. "Es la hora de la gente. Claro que podemos". Mezcla de positivismo y de traslado hacia las personas de la responsabilidad de elegir y de decidir. Serán pocos, pero al menos son eficaces.

Se puede desertar de la ciudad. Pero hay que ser muy valiente para irse a un pueblo

Escuchaba en voz de un adulto barbudo catalán que él era un desertor de la ciudad. Un desertor positivo, un abandonado bueno de la ciudad hostil, un anti acomodado que abrazaba con gusto el pueblo y defendía sin fisuras su decisión. Ya no cumple los 50 pero no lo importa, ama el silencio y el aire fuerte que le mueve por dentro. Vendió todo y se compró una masía pequeña pero de la que conserva todavía el molino con su piedra y algunas tierras que emplea de hortal. No quiere saber más, no quiere ni volver una tarde a su antiguo barrio para observar lo que dejó atrás. Tampoco es por dolor, simplemente para no perder el tiempo que tiene. Ha creado como una nueva vida y reconoce que cada vez son más los que toman la decisión de bajarse del caballo sin saber si iba para ganador o perdedor. Prefieren seguir caminando a pie. En su localidad ya son tres familias las que han decidido volver o revolver. Él es el único solitario de los tres. No piensa en la vejez, todavía, pero avisa que en los pueblos también saben morirse los ancianos con la misma calma al menos que en la ciudad. La muerte no conoce tamaño de localidades.