Cada vez los políticos tiene menos poder. Mucho menos poder.
Un Gobierno se tiene que sentar a negociar con empresas multinacionales o
sistemas de poder no democrático, que pueden tocar los timbres mucho mejor que
los que al final gestionan el Estado desde la política. Al final se nota la
debilidad del político.
Pero lo mismo le sucede al Presidente autonómico, al Alcalde
de la gran ciudad, al pequeño Alcalde rural con su cacique o al Vocal de barrio
con la AMPA o la Asociación de Vecinos.
Esto a la derecha le viene bien; muy bien diríamos. Ellos
controlan casi todo lo que manda por encima del que se cree que manda. Excepto
lo que le afecta al Vocal del Barrio que han preferido dejárselo a la izquierda
contra la izquierda, pues entienden que no es importante y así se entretienen
todos.
El Vocal del Barrio se siente que ya no tiene poder (ni tan
siquiera moral), en su diálogo o negociación con la AMPA o los vecinos. Ha
perdido su sentido. ¿Qué pinta pues en su pequeño papel político? Pero el
Alcalde rural no tiene huevos de toser ante el dueño de la ganadería de pollos
del pueblo. El Ministro no sabe como dirigirse a la representación del Consejo
de Administración de la multinacional y el Presidente del Gobierno tiembla
cuando recibe una carta de Alemania o del FMI.