De las crisis económicas no se sale nunca. Uno se adapta, se revierten vicios, se defienden derechos, pero el resultado final es una situación diferente, con nuevas reglas de juego social. De las crisis no se sale; nos transformamos.
Pero eso no quiere decir que se salga peor, ni que se salga a la primera, ni que se salga mejor que antes. Hay muy diversas opciones donde intervienen numerosos factores en un tiempo muy indeterminado, que afecta de muy diversa manera a los diferentes colectivos sociales que forman el conjunto poblacional. Excesivas variables.
Esta crisis se quiso minimizar empleando un sistema clásico. No asustando, intentando ir de positivos. Se equivocó el economista de cabecera de Zapatero y sumado al error táctico del tipo de inversión del Plan E y el huracán inmobiliario, nos hundimos mucho más de lo que se dice. Y si no se lo creen miren los vientos que se han llevado bancos y cajas de ahorro sumado al crecimiento de nuestra deuda total.
Pero ahora vamos a intentar hablar de soluciones. La inflación nos la controla Europa. La máquina de hacer billetes y las devaluaciones también. No podemos competir en sueldos contra nuestros competidores pues bajar más supone dejar de consumir internamente. Es un drama tener tanto desempleo aunque no lo sepamos bien todavía. No es lógico para la productividad de un país tener a los mayores de 60 años trabajando y a los jóvenes de 20 a 35 viviendo de sus padres y sin trabajo. Ya sabemos pues qué no está bien.