7.1.14

Ya no se lee política, pero nos empeñamos en escribirla

Cada día interesa menos la política y se lee menos de política, las personas buscan otros temas: entretenimiento, formación e información, fútbol o sexo, gastronomía o viajes, vidas rosas o negras. Pero nada de política. En cambio nos esforzamos unos pocos cientos de idos en seguir escribiendo de política para otros pocos de cientos. Locos escribidores y locos lectores. Somos una minoría como aquellos a que les gusta el caviar frío y con pepinillos. No digo si auténtico o de batidora y colorante.

Escribir de política y utilizar los medios y los espacios como si de verdad interesara es de engaños. Los lectores pasan de las sesudas páginas de política internacional con rapidez aunque no se lo digan a nadie para que los intelectuales puedan disimular. Siempre nos quedarán algunos medios simplemente por que los cientos que leen la política, ¡oh suerte!, son los mismos que compran todavía los periódicos. Pero les gusta hacer el crucigrama, ver el tiempo o leer sobre cine.

Así que los locos bajitos que escribimos sobre política, a veces, nos entra el bajón y decidimos abandonar. Enseguida nos damos cuenta de que no podemos. Simplemente y sin reconocerlo, es que no sabemos escribir de otra cosa. Aunque ya no nos lea nadie seguimos pensando en política y no en sexo y nos resulta complicado hablar de penes o de tetas si de lo que pensamos es del discurso del Rey cabreado o de la Infanta distraída. 

Somos lo que es nuestra formación, nuestro conocimiento

Somos animales que solo crecemos en la misma medida en que crece nuestro conocimiento, nuestra formación, educación, excelencia. Pero somos tan imbéciles como para no darnos cuenta de ello.

Ahora que hay muy poco trabajo, solo lo logran los que tienen más formación, los que se están educando cada día, los que creen en la formación contínua y en la sabiduría. Los mejores.

Pero ser el mejor no depende de nacer el mejor, depende de querer serlo y prepararse. Cada vez que nos reatar formación o educación nos convierten en más ponres, en personas con menos posibilidades laborales, en menos felices. Pero desgraciadamente no la mayoría lo entiende así.

La ventaja de que los imbéciles no se den cuenta de la importancia de la formación, es que los que la abrazan lo tienen más fácil pues hay menos competencia y es más sencillo triunfar.