13.1.13

Consejos para después de unas Navidades excesivas

Tras la Navidades es normal que nos hayamos engordado entre 2 y 4 kilos, y lo que es peor e inevitable, habrán subido nuestros valores de colesterol, triglicéridos, ácido úrico y glucosa. 

¿Qué debemos hacer para volver a la situación anterior?
No hay que creer en dietas milagros, en dietas que son rápidas y que hacen perder peso en pocos días. Perder peso supone un esfuerzo inevitable, pero sin duda, merece la pena y es el mejor camino para volver a gozar de una salud correcta. Perder peso es además un camino que se debe tomar poco a poco para que los efectos rebotes no sean tan rápidos como la pérdida de peso. No hay milagros, pero la constancia es el camino para mejorar.
Es bueno acudir a un nutricionista si el exceso de peso es importante, para optimizar y personalizar la dieta. Pero si se trata de perder los kilos ganados por un exceso en unas semanas, es suficiente con tomarse en serio los consejos que todos sabemos.
Comer más verdura, más cereales, más fruta, menos cantidad de alimentos, más pescado que carne, mejor pollo o conejo que cerdo, nada de bollería industrial ni embutidos, menos azúcar y refrescos, mejor pescados azules que blancos, y a lo sumo carnes rojas una vez a la semana.
Hay que tener paciencia, comer más lento, tomar más agua, y lo que todos estábamos esperando. Hacer más ejercicio.
Pero hacer más ejercicio no es cuestión de hacerlo dos semanas, es tomarse en serio que hay que moverse más, que algo tenemos que cambiar para sentirnos mejor, más ágiles, más estirados y jóvenes. El ejercicio es bueno a los 20 años, pero muy bueno a los 50 años. Y para cada edad hay un tipo de ejercicio distinto. No se trata de machacarnos, se trata de crecer en salud.
Y tanto en la alimentación como en el ejercicio, los mismos consejos. Nada de machacarse dos semanas, sino poco a poco, de forma lenta, pero sin olvidarnos de que es bueno para la salud.

Qué pueden hacer los familiares ante un ataque de ansiedad?

Ante una ataque de ansiedad, los familiares que lo vemos, lo primero que sentimos es también miedo y pánico. Los síntomas suelen ser muy fuertes, con fobias, pánicos, temblores, pérdidas del habla, etc. Nuestro familiar se ha convertido casi en un niño, no escucha, no atiende a razones, es incapaz de dominarse. ¿Qué podemos hacer como familiares en esos momentos?

Al principio hay dos opciones que suelen tomar los familiares más cercanos:
Los que ante la primera crisis, le resta importancia y piensan que se es exagerado.
Los familiares que ante la primera crisis se asustan y mucho, y no saben qué hacer.

En el primer caso, nos encontramos ante personas tranquilas, incluso pasotas,  que además de restar importancia, desvalorizará lo que les ocurre a los que padecen su primer ataque de ansiedad. A este tipo de familiares se les suele hacer más cuesta arriba la aceptación de la situación si se cronifica.

En el segundo caso nos encontramos ante personas sensibles, que al ver a su familiar en situación de pánico creerán firmemente que les está ocurriendo algo grave y tras acudir al hospital, se pondrán a ayudar en la medida de lo posible, buscando a intentar soluciones.

La ANSIEDAD no es un problema muy grave,  pero hay que tratarla y resolverla. No se va a volver loca la persona que la padece, volverá a su estado anterior, es el cúmulo de síntomas de una situación que no logra dominar y que al final hacen explotar al YO adulto, hasta volverlo a retomar su YO infantil, escondido y ya casi abandonado. Pero mucho cuidado, sin ser un problema grave, es un problema que hay que resolver por especialistas. No es una enfermedad física, pero SI es una enfermedad emocional.
La familia que trata al enfermo de ansiedad debe comprender esto bien, hacer ver al familiar que existe una parte emocional en todo ser humano y que aunque la medicina tradicional no contemple tratar las emociones, esto puede hacerse, y por lo tanto, es algo que se puede curar.  Si se nos estropea parte de nuestras emociones, al igual que cuando se nos estropean los riñones o la sangre, hay que reparar los desperfectos o irán a más.

Si no entendemos bien lo que es la ansiedad, si no acudimos a buscar ayuda, terminaremos los familiares por trasmitirle más ansiedad. El enfermo busca ayuda, comprensión, fuerza exterior. Si desde fuera lo que encuentra es rechazo o pasotismo, la enfermedad se agravará.

Todo tipo de terapias emocionales requieren que se trabaje en parte con los familiares que están cerca de los pacientes, para compartir herramientas, para entender situaciones. Si vamos a un psiquiatra, un psicólogo, un terapeuta emocional o el médico de familia, es recomendable que éste haga partícipe a nuestros familiares de la situación. Todos debemos entender lo que es la ansiedad, el pánico, la angustia; aceptarla como algo que nos puede suceder y buscar formas de dominarla o de que nos afecte lo menos posible. Por ellos es casi fundamental que los familiares reciban consejos e información de cada proceso de ansiedad que tenga nuestro allegado.

Cuando una persona está en crisis de ansiedad es muy bueno el contacto físico y directo para que tome conciencia de su “aquí - ahora”; muchas veces con tomarle la mano a un enfermo es suficiente, aunque si consigues abrazaros es mucho mejor. El abrazo es sinónimo de protección y su subconsciente lo comprenderá de esta manera.

El familiar podrá además ayudarte a realizar la respiración diafragmática para relajarse, recordándole que NUNCA debe respirar con los pulmones, SIEMPRE  con la tripa, pues de la otra manera hiperventilas y complicas la crisis al llenar de oxígeno limpio la sangre. Hay que mostrarte su apoyo transmitiéndote tranquilidad, a la vez que considerando su estado, y sobre todo,  sin restarle importancia.
Es bueno ir diciendo afirmaciones  como: "tranquila, solo es ansiedad, esto se pasa", "Tranquila que estoy contigo", "Solo es ansiedad aunque parezca todo lo contrario", "ya has pasado por esto más veces y aunque creas que esta vez es  distinta, en realidad no lo es, lo vas a dominar como lo has hecho siempre, y yo estoy aquí a tu lado", etc.

RECUERDA que un ataque de pánico es un ataque de miedo intenso. ¿Cómo actuarías con un niño al que le está pasando mucho miedo por su pensamiento?  Pues así es como tiene que tratarse a su familiar, con el mismo cariño y con el mismo respeto.

Cuando pases la crisis debe animarte, haciéndote ver lo campeón/campeona  que eres, y ayudándote a que tomes conciencia de que además  del mal rato, finalmente no te ha ocurrido nada grave, que  una vez más has superado una crisis sana y salva y liberándote de todo sentimiento de culpa que pudieras generar.

Que el familiar se muestre tranquilo y te apoye de manera positiva en todo el proceso es muy bueno. Es preferible pasar una crisis solo, que estando acompañado por alguien que no sepa tratar la angustia que padece el enfermo. Por eso si el familiar no se siente capaz de participar activa y positivamente en el proceso, deberá comprenderlo, respetarte y dejarle solo en este momento. Si el familiar se pone nervioso estará estropeando la recuperación del enfermo.

Recordar que el enfermo necesita ayuda, pero los familiares que la tratan también la necesitan. Tener ANSIEDAD no debe de ser sinónimo de volvernos egoístas, pues  para recibir, también los enfermos deben dar.