12.1.13

Once consejos de sentido común para ayudarnos

Este es un blog de autoayuda, pero creo que es obligatorio que dentro de la autoayuda hay excesiva carga de “moda”, de falsedad en busca del beneficio fácil, de ciencias ocultas que emborronan las buenas acciones, de planteamientos filosóficos sin excesivo sentido que se basan en corrientes ya caducas. Dejamos a continuación algunos apuntes de sentido común.

Debemos crecer en autoestima, pero para querernos debemos pensar si estamos haciendo lo suficiente para que los demás también nos quieran a nosotros. Simplemente por que es fundamental para nuestra autoestima, que los demás también nos quieran. Parejas, familiares, amigos. ¿Les mostramos nuestro mejor YO? ¿les queremos también a ellos?

Si los demás no nos quieren o incluso nos desprecian, debemos pensar que igual no estamos haciendo todo lo posible para evitarlo. Y me intento explicar algo mejor. Hay que analizar los datos sobre quien es el que no nos quiere, intentar ponernos en su puesto y adivinar por qué les producimos rechazo. No se trata de adaptarnos a ellos, sino de analizar cómo nos ven y revisar si algo tenemos que cambiar. Nosotros somos los más importantes, pero es bueno saber si tenemos errores.


No intentes ser —por que sí— lo que quieras ser. No sirve con solo desearlo. Hay que analizar si realmente vales, si es interesante para tu vida y si vamos a ser capaces de trabajar duro para conseguirlo. Si simplemente lo deseas o te lo ponen muy fácil, el sentido común nos dice que las posibilidades de hundirte y no lograrlo son muchas. Hay que ir despacio y prepararse muy bien para ser el mejor.

Oriente nos enseña muchas formas de vida más calmada, más tranquila, más lenta y meditada. Cree en ella, seguro que te ayudarán. Pero adaptadas a tu forma de vida. Sirven para que seas mejor pero es más complicado que sirvan para cambiar el mundo actual. Consume menos, analiza el tipo de productos y si los necesitas. Piensa que muchas otras personas tienen que subsistir con muy poco y que es posible que ellos si sean felices en su mundo diferente. La felicidad no depende del consumo.

Medita, busca todos los días un espacio tranquilo, dedícate al menos 5 minutos a pensar, a meditar sobre la marcha de tu vida, del momento presente, de cómo mejorar.

La naturaleza tranquiliza, es volver sin darnos cuenta a nuestros ancestros. Abraza a un árbol, mira de cerca unas hierbas, juega con un perro de compañía, cuida un pequeño huerto en macetas, aprende a conocer las distintas hierbas aromáticas o de cocina.

No te creas que un sabio te va a poder curar o encauzar tu vida con unas buenas palabras. De poder hacerlo, estarás en sus manos. Tendrás que volver siempre a buscarlo. Siempre tendrás que ser TU quien logre vencer los miedos, los errores, aprovechar los consejos. El importante eres TU y quien gane las batallas serás TU.

Ni los extraterrestres, ni los mayas o los indios Cheyenne, podrás resolver tus problemas, ni serán capaces de aconsejarte de verdad sobre tus problemas. Ellos no entienden del siglo XXI, de los problemas actuales. Incluso no tenemos suficientes datos como para saber si de verdad han dejado suficiente material interesante para resolver dudas o problemas, en caso de existir.

Seamos sinceros aunque duela. Los difuntos están desaparecidos. No han vuelto nunca. No existen más que en nuestro recuerdo y a veces ni eso. No es verdad que hablemos con los muertos, que los veamos, que nos ayuden. Somos nosotros mismos, nuestro interior con el que hablamos, con los que nos apoyamos o no. Los fallecidos, desgraciadamente, no están entre nosotros. No es posible que alguien que se diga con poderes especiales, logre hablar con ellos y en cambio la inmensa mayoría no tengamos nunca ningún dato. ¿De verdad que un fallecido va a quererse poner en contacto con alguien a quien no conoce y en cambio no sería capaz de intentar hablar directamente con nosotros?

Intenta no soportar tanto peso sobre tus espaldas. Delega parte de tus responsabilidades o trabajos. Cuenta con los demás para que te ayuden. Si te cargas de más trabajo o responsabilidad de la que pueden soportar, tu hundirás. Y recuerda que cada uno de nosotros somos capaces de soportar un peso distinto. No podemos compararnos con nadie.

Mira, con sinceridad, el éxito SI importa. Ser el mejor y que te lo reconozcan en lo más maravilloso del mundo. Luego tu, administras el éxito como te de la gana, pues nada hay mejor que regalar y entregar a los demás. Pero que no nos cuenten nunca que el éxito no sirve para nada. Otra cosa diferente es administrar nuestras fuerzas y saber hasta donde podemos y debemos entregarnos para lograr el éxito. Por ello hay que prepararse muy bien en especializarnos en algo que nos sirva para ser los mejores sin tener que hacer un enorme esfuerzo.

11.1.13

Los distintos estados del YO en nuestra vida

Tenemos dos YO (al menos). Según en qué YO nos encontremos actuamos de una manera o de otra, haremos las cosas y tomaremos las decisiones de una forma o de otra.

Todos nacemos con el YO Niño como único YO posible, somos niños y nos vamos desarrollando, buscando conocimientos, experiencias, soluciones a los retos de la vida. Vamos creciendo y superándonos.

En este caminar por la vida vamos creando el YO Adulto. Vamos edificando nuestra personalidad adulta y vamos orillando el YO Niño, que va quedando poco a poco en un segundo plano.

Cada persona vamos desarrollando este cambio de distintas maneras, con arreglo a nuestras experiencias de niño, sean buenas o malas. Y lo hacemos en diferentes momentos de nuestra vida, con distintas edades. Crecemos pero no hay una pauta seguro para saber en qué momento se logra apoderar el YO Adulto del YO Niño. No se sabe cuando se termina este camino, cada persona somos un mundo diferente. Algo maravilloso, por cierto.

Cuando ya somos YO Adulto, el YO Niño sigue estando dentro de nosotros, agazapado, algo apagado, pero en cada persona de una manera distintas, con una potencia diferente.

En nuestra vida adulta pueden surgir fracturas, roturas, problemas serios en nuestro devenir que nos amordazan, nos revuelven, nos convierten en débiles. Y en esos momentos podemos ir perdiendo parte de la fortaleza de nuestro YO Adulto y en esos tiempos vitales, su lugar lo ocupa nuestro YO Niño.

Puede ser situaciones muy temporales, de segundos o minutos. Pero también de días o semanas. Hay situaciones de angustia, de pánicos, de grandes temores, que no son más que la vuelta a primitivos estados del YO Niño, que sale con mido ante situaciones que el propio YO Adulto, incapaz de resolver, abandona y se esconde.

Los profesionales en terapias conductuales, emocionales, psicológicas, saben perfectamente hacernos volver a las situaciones anteriores, a que el YO Adulto se vuelva a apoderar de las riendas de nuestra vida.

Tenemos algún otro YO, que va surgiendo con los años. El YO Padre, que es algo distinto al YO Adulto y el YO Anciano. Pero eso son otros cantares.

Nota.: El dibujo es del siguiente blog.