1.2.12

La reforma de la educación apunta bien, con matices

Se va a reforma la educación, pues lo prometió el PP en su programa y parece que esta vez sí, va a cumplir al máximo. Me importa muy poco el cambio de la asignatura de “Educación para la ciudadanía” por otra materia con nombre parecido y contenidos flojos. No van por este lugar los problemas. Hay que poner en valor las materias realmente importantes para ser alumno excelente. 

Las matemáticas, la lengua, sociales o historia deben contar con más horas importantes y totales. Algunas materias siendo importantes para el conjunto de la formación personal, no son imprescindibles cuando de lo que se trata es de preparar a buenas personas que sean capaces de defenderse bien en un mundo globalizado. No apunto a suprimir materias, sino a reordenarlas.

Pero la reforma más importante, la de suprimir un año de ESO y subir un año el Bachiller y la FP de Grado Medio, mientras que se obliga de esta manera a tener que optar por Formación Profesional o Bachiller un año antes —asegurando otra vez que se va a intentar potenciar la FP—, es un gran acierto; al menos en las declaraciones. El primer año de Bachiller o de FP Media será obligatorio para mantener la obligatoriedad hasta los 16 años, lo que dicho así de sencillo me parece una decisión algo coja, si no contempla soluciones para los alumnos totalmente incapaces de seguir el sistema escolar y que si no se buscan alternativas, simplemente servirá para “estropear” el primer año de la FP Media. Se deberían potenciar también Ciclos Formativos de Integración Laboral y Social.

Es cierto que la figura del profesor ha perdido peso e importancia y que hay que ponerla otra vez en valor y respeto. Pero también la del director sobre el resto de profesores y la de la representación social y de padres sobre el Consejo Escolar. Es decir, hay que volver a potenciar como hace muchas décadas ya, los sistemas de respeto entre las partes y los de colaboración buscando la mejora de la educación. Los alumnos son la parte débil pues incluso son atacados por otros alumnos, y esta parte débil hay que cuidarla para que sea efectiva la educación.

Es incomprensible que los alumnos (como mayoría) salgan del sistema escolar sin saber expresarse bien en un segundo idioma, excepto los que han recurrido a sistemas privados de formación añadida. Hay que insistir en la importancia del inglés, nos guste o no nos guste esta decisión. Pero hoy es imprescindible como lo es la informática como usuario. Tal vez sea necesario replantear las actividades extraescolares dentro de los colegios obligatorios, para engranarlos mejor con el conjunto de formación de cada centro, con ayuda de las AMPAS, del Consejo Escolar y del Colegio. Habría que potenciar actividades formativas complementarias y más lúdicas pero dentro del sistema escolar o al menos del edificio escolar, que perfeccionen y concluyan la formación integral del alumno.

La Universidad ni se está poniendo (casi) sobre la mesa de la “calidad” sabiendo que nuestras Universidades no gozan de un reconocimiento alto. Son el contenedor de las mejores personas de nuestra sociedad. O lo debería ser. Y los recortes son tan altos, la participación de la empresa tan escasa, incluso apoyando a becarios con las carreras terminadas que sin salir del sistema educativo fueran ayudados a realizar experiencias investigadoras, que lo que hay que hacer es mucho y pocas las ideas. No hay derecho social a que sean tan brutales el número de alumnos que comienzan una carrera y el número que la termina como no lo es los años de media que emplean muchos de ellos en terminarla y el coste que entre todos pagamos por esta disfunción. A la Universidad todos los alumnos deben ir a trabajar desde el primer día, como muchos, pero no como la mayoría. Y cambiar el sistema de entrada en carreras “marías” que soportan a alumnos que simplemente no quieren realizar esas profesiones, pero quieren estar dentro de la Universidad.

Sobre la mejora de la Formación Profesional, son tantas las veces que he escuchado estos deseos y tan pocas la que se han tomado en serio modificar hábitos complejos de renovar, que no sé si lograrán hacer algo serio. Hay que cambiar el concepto del profesorado de la FP, sobre todo en la F. P. Media, buscando más profesores técnicos laborales, excelentes en sus profesiones y que en muchos casos y tal vez por edad ahora están en el desempleo. Hay que motivar a los alumnos y la integración entre estos, sus profesores y la importancia de la formación que se recibe es fundamental. Complejo de lograr si los profesores NUNCA han trabajado en talleres. Hay que cambiar la idea de “colegio” para acercarla más a la de “taller”. Y hay que aumentar las horas prácticas del total de los 3 años de formación, teniendo la opción de estar en al menos dos empresas distintas en este periodo para que conozcan diversas maneras de funcionar de diferentes empresas. Para ello hay que integrarse más con las empresas que colaboran, dando a cambio alguna ayuda como formación para el resto de trabajadores o ayudas para bibliotecas técnicas, por apuntar dos posibilidades posibles.

¿Qué es ser politico ahora?

Creo que los políticos nos deberíamos empezar a preguntar qué debemos cambiar en nuestra manera de gestionar la política, para hacerla visible, limpia, necesaria, utilizable, casi querida.

No exijo respuestas, eso sería ya la panacea del problema, me conformo con ponernos en cuestión el sentido de la política, que ya muchos técnicos y casi todos los demás políticos, saben saltearse para jugar a no dejarse influir. Excesivos servidores públicos por no decir todos, hemos aprendido a no escuchar, más todavía a no tener en consideración el trabajo de otros, a respetar la participación ciudadana o de colegas de gestión, como algo imprescindible para funcionar bien. ¿Y para eso estamos en política?, me pregunto. ¿Qué sentido tiene seguir si no somos capaces de gestionar lo que se nos participa, tanto para decir que si como para decir que no?

Un político es sobre todo un servidor, una persona que ha decidido libremente intentar servir a los demás, gestionando. Nadie obliga a una persona a ser político. No es un oficio real, no debería ser ni una vocación de niños sino una gestión bien pensada y tomada desde la madurez mental de quien quiere entregar a los demás algo. Por eso, jugar a jugar es malo. Por eso medrar y zancadillear es malo. Por eso no pensar en los demás para trabajar por los demás es lo peor.

Y recordemos todos, casi a coro, que gestionar es decir que si o decir que no. Pero con explicación clara y sincera, con valentía y sinceridad sabiendo que el error propio nos acecha siempre.

No es obligatorio ser político. Incluso es bueno dejar de ser político cuando cansa la disciplina y se agota el pensamiento y las ganas de trabajar por los demás. Dimitir es algo positivo cuando falta lo principal, cuando fallan las ganas de ayudar, cuando ya no están cubiertas las necesidades primarias de ayudar a otros. Quien entre en política para satisfacerse moralmente, que siga, es el precio de dedicarse a la política, egoístamente admitido. Pero quien entre para satisfacciones de otro tipo, que abandone, nunca es suficiente el pago, el sueldo, para los tramposos de oficio. Nada vale más que la satisfacción personal.
Si en política hay que discutir para tener razón, tal vez lo mejor es abandonar, pues la razón no se discute, se tiene o no se tiene. Pero no hay que rendirse ante la defensa de los que te apoyan, de los que creen que tu labor es importante para conseguir metas, para evitar abusos. Un político representa un espacio de razón, de ayuda, de gestión. Si se pierde la limpieza, se hunde en el fango. No hay término medio.