23.12.11

Nuevas izquierdas para nuevo siglo, nueva crisis, nuevas necesidades

Hablamos —hablo— de refundar la izquierda, de plantearnos claramente qué queremos, qué sabemos, qué podemos hacer para un mundo mejor. Bueno, ahora casi, estamos más en la fase de intentar que este mundo occidental no sea peor. Pero a la vez que avanzamos en la queja, en el deseo de ser más de izquierdas, no avanzamos nada en diseñar qué es ser “más de izquierdas” en este siglo XXI. Parece que ser más, es ser menos del contrario. Cuando en realidad ni el contrario sabe bien qué es ni hacia donde tendrá que ser. 

Pero poco más somos capaces de asegurar, que no sea dudar de casi todo.

¿Sabemos intentar ser más de izquierdas?, ¿qué es ser más de izquierdas?, ¿separarnos de las ideas actuales de los conservadores es ser más de izquierdas de verdad o lo es por separación mental?

Siendo socialista ¿qué es más de izquierdas, acercar posturas hacia el comunismo o hacia la socialdemocracia? ¿ser menos o más globalizado? ¿qué papel ocupa el alejado mundo que sufre, desde las perspectivas progresistas de los occidentales? ¿siendo ecologista ya se es de izquierdas o se puede ser de derechas también y creer que estamos destrozando el mundo mundial?

Tal vez ser más de izquierdas sea algo tan sencillo como ser más mentalmente limpio, más leal, más legal, más capaz, con más ganas de ser osado y de ayudar a la sociedad, con más capacidad para saber plantear soluciones posibles y válidas, de enfrentarte con la razón ante los que nos quieren vender la moto de sus intereses particulares, de ser más interlocutor, con más empatía, con más capacidad educativa para saber trasmitir.

No lo sé.

Estamos en los debates. Todos. Y esto es muy bueno. Creo que todos (y claro, todas) pensamos que ya no se podrá ser de izquierdas a partir de estos años, como se era antes. Puede incluso que surjan nuevas formas “de ser”, incluso que si aprendemos a ser de nuevas izquierdas, ya no lograremos ser ni de izquierdas, pues todo se agosta si no se riega. De momento lo bueno es preguntarnos casi todo. Es seguro que nos quedan años para estar preocupados en las preguntas más que en las gestiones. Pero ojo con mal gastar el tiempo. Que algunos vuelan bajo, además pican en el cogote de las ideas y se nos pueden llevar a los más tiernos.


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Discutir con la familia no es bueno para la salud

En muchas cenas de Navidad (o comidas a continuación, no las deje de lado que también son peligrosas), esas variadas cenas de celebración decíamos, llenas de alcohol, calorías brutales y mucha familia de complicado pelaje a veces, son espacios en el tiempo obligado, muy habitual para salir trasquilado y peleado —mucho o poco, más bien mucho—, con algún familiar que sin venir a cuento se te cruza por los lados más dolorosos, aunque sean tonterías que crecen hasta hacerse gigantes.

No se debe hablar de política. 
Menos de dinero. 
Nada de consejos de salud de vecinas. 
Prohibido hacer comparaciones odiosas y menos todavía si son agradables para una de las partes. 
Prohibido presumir. 
No hablar de tu suerte ni de tu trabajo si alguno de los presentes lo están pasando mal. 
Muy poco de sexo, menos si es dando datos vulgares. 
Los novios anteriores no existen y los futuros tampoco.  
Tus hijos son encantadores, pero no lo vuelvan a decir ni a comparar. 
Prohibido dar envidia, ni viajar mucho, ni estás delgada ni tu esposa es la más lista del mundo.

Habla de lo buenos que están los langostinos congelados, del Rayo Vallecano o del Real Zaragoza. Habla de los programas de televisión pero sin defender a nadie. Incluso de lo bonita que es la última canción de…, pero no digas que te lo bajas de internet que seguro que hay alguien que te pondrá a parir y otro que deseará aprender.