15.12.11

La autocompasión funcion con mini depresiones

La autocompasión funciona. Es muy eficaz para tenerte preso de ti mismo, de tus dudas y temores, de tus miedos. Y así convertirte en una persona apático y ineficaz, inoperante y quieta. 

Si decides estar preso de tus propias dudas, si deseas seguir anclado en la nada…, la autocompasión funciona muy bien.

Es bueno tener mini depresiones, situaciones constantes de que te encuentras mal, pero no hacer lo suficiente para evitar los problemas que te atenazan. 

Las mini depresiones son reales, incluso la creas sin darte cuenta de ellos. No las vences, las acabas, las consumes. Te preparas para la próxima. No te las inventas, simplemente y sin casi darte cuenta, las creas para sentirte como tú quieres. 

Te odias y deseas estar mal contigo mismo, quieren tenerte compasión y que te la tengan los demás y crees que la mejor manera es tenértela tú mismo. Ya sé que no lo provocas, que lo haces sin casi querer, pero también te digo que no estás haciendo todo lo necesario para evitarlo.

Te complaces en asumir que estás mini deprimido y que necesitas ayuda. Y es cierto, la necesitas, pero sobre todo necesitas reaccionar y dar un golpe encima de tu mesa y decirte que ya vale, que tu vida es tuya, que debes reaccionar a tu favor y ser capaz de tomar las riendas de tu vida.

Respira fuerte, mírate en el espejo y pregúntate… ¿me merezco yo esto?, ¿de qué soy culpable yo?, ¿qué puedo hacer para mejorarme?

"La lástima por uno mismo, es una de los narcóticos no farmacéuticos, mas destructivos. Es adictiva, da placer sólo al momento y separa a la victima de la realidad". John W. Gardner (Secretario de salud, educación y asistencia social, EEUU)

Tal vez es momento de desear el desastre, antes de la reforma

Escuchaba el otro día a un grupo numeroso de jóvenes hablar asquerosamente del desempleo y de lo irreal que les parecía que su generación no fuera capaz de encontrar trabajo, pues siempre hay donde buscarse el futuro y que lo que sucede es que todos quieren ser señoritos. Qué ganas me entraron de desear un guerra arrasadora, como mal menor ante una falta de empatía social abrumadora.

Casi todos ellos vivían de sus jilipolleces o de sus padres, a partes iguales diría yo. Ninguna empatía había en sus diálogos, ninguna visión real de la sociedad que por desgracia existe en estos momentos, alejada de sus vicios de fin de semana, de sus horarios de sueño, de sus consumismos.

Efectivamente hay un gran número de jóvenes alejados de estas idioteces, pero cada vez menos me parece, lo que agrava más la sensación de que no nos estamos dando cuenta de por donde caminamos como sociedad, como país.

Da la sensación en aumento, de que el desempleo es una elección personal, de que en España no hay pobres de verdad, de que seguimos siendo un país rico y de ricos, un país capaz y de capaces. Y al encontrarme en la gran duda de si mi visión es la errónea, o me entran ganas de desear el desastre o de olvidarme de mis análisis y dedicarme a criar champiñones en mi oscuridad.

Los que nos dedicamos a sufrir las pobrezas del momento, del sistema, de la suerte, debemos sopesar si tal vez, no ha llegado el momento de desear lo peor, para que mejore hacia mejor lo que tenemos. Es posible que la reforma ya no sea posible y sí la ruptura, la debacle, el caos.