Mi experiencia repartiendo y organizando mesas electorales es suficiente como para opinar tras comparar, pues ya son bastantes años. He llegado hace un momento de una de ellas y no me gusta las sensaciones percibidas. También es cierto que me lo esperaba.
Casi nunca se han acercado las personas hasta las mesas a interesarse por el programa, excepto si atisban algunos regalos pequeños. En esto no se nota diferencia con otros años. Pero sí ha aumentado el número de personas que directamente te indican que no desean coger el folleto electoral que les entregas. Y también el número de personas que —literalmente— detectas que pasan de tu atrevimiento en molestarles. Y ha bajado notablemente, el ya de por si escaso número de personas que entablaban conversación con algún tema en concreto.
Creo que los políticos están (estamos) haciendo un flaco favor en dignificar su labor. Y todos sin duda somos responsables de lo que se nos puede avecinar, a poco que sigamos por el mismo camino.
Es normal la desafección política, es normal incluso el asco hacia ciertas prácticas de propaganda electoral de fines del siglo XX que ya no sirven. Pero si el ciudadano no toma medidas