22.7.10

Las malas practicas de una economía keynesiana.

Muchos de los que critican el argumento keynesiano a favor del gasto público lo hacen porque, según un esquema simplista del comportamiento de la economía, daría igual gastar dinero en construir guarderías públicas, viviendas, un centro de investigación celular o simplemente tener un montón de gente cavando un hoyo para luego taparlo.

Todo se basa en que se usa el dinero para mantener gente trabajando, es decir, se hace fluir el dinero de forma forzada, como cuando se empieza un montón de obras públicas para tener ocupados a un montón de obreros, obreros que al día siguiente irán a comprar y harán fluir su dinero.
Claro que hay una diferencia clara, como la hay en cualquier tipo de esfuerzo dinerario inicial o de corto plazo, y es que hay casos en los que lo que se construye reporta después un beneficio capaz de pagar (o devolver) el dinero inicialmente empleado, y hay casos en los que no, quedando un agujero bastante abultado.
Esto hay que tenerlo claro.

Las políticas de izquierdas se basan en la ayuda del estado al más perjudicado, y por tanto las políticas keynesianas son útiles. Se emplea dinero en potenciar aquellos sectores que, de no ser por la ayuda, caerían aun más, como puede ser el sector de la construcción o, más directamente el empleo.

El problema radica en que hemos basado todas nuestras ayudas en obras públicas, en el sector de la construcción (publica). La productividad es tan baja en el largo plazo que en realidad es casi como cavar un hoyo y volverlo a rellenar. En el proceso todo queda más bonito y se sustentan unos cuantos miles de empleo, pero claro, cuando uno va a hacer cuentas debe ser consciente de esto, porque sino podemos perder más dinero en el camino del que querríamos.

En este caso, el gobierno ha tenido que echarse atrás en numerosas obras públicas, como si de números o simples palabras se tratase. Proyectos de quita y pon. Y no importa las disculpas que se quieran dar, o el intento de comprender que hay que dar la vuelta a la tortilla porque no es eso lo que se discute, sino el hecho de no haber hecho un replanteamiento más sincero y organizado en un principio.

Por que las políticas keynesianas de manual son eso, políticas escritas en un manual. Son los economistas (y por ende los políticos) los que tienen que gestionar con mayor o menor acierto las posibilidades. En vez de eso lo primero que se hizo fue dar un montón de dinero a los bancos y un montón de dinero a los ayuntamientos. Comenzar un montón de obras públicas que ahora se paran, que costará relanzar.

La mala imagen que se da es clara. Si las obras eran importantes, ¿Por qué se paran? Si no lo eran, ¿Por qué se hacían?
Pues la única manera de hacer algo rentable es que de sus frutos, y sino cualquier cosa positiva que hayamos conseguido hasta ahora con estas obras se pierde con la necesidad de hacer ajustes monumentales. No se puede querer cambiar la estructura productiva, de la construcción al I+D, si tu mismo promueves la construcción sin mesura y bloqueas el I+D. Porque el gasto necesario es el mismo. Los empleos que se consiguen también son tangibles, y la productividad es mayor. ¿Cuál es el problema entonces? La política es política es política. Nadie quiere hacer en el corto plazo un proceso que se “vea” en el futuro. Los políticos necesitan vender. Y lo que más vende, donde más parece que se hace algo, es con las aceras levantadas y un cartel que ponga “Gobierno de España”.

Por eso la necesidad de una cierta autonomía en las comunidades autónomas es vital para el buen funcionamiento del sistema. Una cierto grado de independencia que potencia las ayudas necesarias para cada región y para cada necesidad, que miren verdaderamente por los problemas y soluciones que existen en las manos de los que sufren y deben mejorar.

Aragón es el papel del water de España. ¡¡Despierta!!

Que Aragón es un desierto para Madrid no es noticia nueva. Que los aragoneses somos pocos, desunidos y algo bobos a la hora de elegir representantes políticos, tampoco.
Que desde Madrid se reconozca que Aragón es la gran perjudicada en los recortes de Obras Públicas, donde por cierto hay un aragonés de segundo en OP, es un síntoma. Que los aragoneses vamos a aguantar sin mover la ceja, es una verdad que ya la han contemplado antes de decidir, y si no que se lo pregunten a los cántabros.
En Aragón hay partidos políticos que son aragonesistas. Uno de derechas y otro de izquierdas. Pero curiosamente ni los medios de comunicación aragoneses saben defender la necesidad de que en Madrid haya representación aragonesista. Somos bien mandados, bien ordenados y además tenemos fama de quejicas. Vamos, una gloria para Madrid, que sabe que en el desierto, nada se mueve.
Dentro de un año volveremos a elegir a un alcalde del PSOE o del PP, a un Presidente de Aragón del PSOE o del PP, y los dos partidos aragonesistas seguirán siendo un pequeño fantasma que además son brutalmente criticados por todos los aragoneses que se creen en posesión de voz y razón.
Yo personalmente y si fuera joven, solicitaría la dimisión de los aragoneses como ciudadanos para integrarnos o en Cataluña o en Soria, según distancias. Pero dada mi edad, simplemente solicito la independencia de Aragón pues es muy mal entendida y peor tratada desde Madrid. O somos capaces los aragoneses de decidir que así no somos nada de nada y que hay que tomar decisiones, o mal acabaremos.
Otra solución es la emigración, pero eso ya lo están haciendo los mejores. Quedamos los más tontos o los que amamos a la tierra, no sabemos bien para qué.