10.5.10

El capitalismo ha castigado a los capitalistas pobres y miedosos con la Bolsa especulativa

En una semana se ha movido el dinero de sitio. Millones de euros han cambiado de manos, de bolsillos ahorradores. En una semana loca, la Bolsa española se ha quedado como estaba. Igual. Pero en el camino se han hecho ricos unos y un poco menos ricos otros, por el trabajo de los especuladores. Muchos de ellos compraron un 13% más barato lo mismo que hoy han vendido al mismo precio que hace una semana, quedándose con ese 13% de beneficio en un par de días de juego.

¿Se debe permitir esa especulación capitalista, que afecta a los ahorradores capitalistas que creen en el sistema capitalista?

Algunos compraban a 87 lo que dos días antes valía 100. Si compraban es porque otros vendían, perdiendo 13 de lo que creían tener. Hoy han vuelto a vender a 100, quedándose esos 13, que han dejado de tener los que vendieron por miedo a 87. ¿Es eso algo parecido a un robo legal, a un timo legal?

La culpa la tienen esos millones de personas que con sus ahorros invierten en bolsa y que miran las cotizaciones como el que mira los resultados de fútbol. Se pueden ver apostados en los grandes bancos, debajo de las pantallas de plasma o escondidos en sus casas, pendiente de un teléfono o de un susto. Se tendría que hacer pedagogía del dinero, del ahorro, de las inversiones, de la economía más básica.

9.5.10

La muerte iguala a los diferentes. Pero no todas las muertes son iguales.

Hoy se me ha muerto otro amigo más. Da igual el cómo o el quien; cuando se acude al tanatorio ves que todos somos iguales, que todo es allí igual, que repetimos las mismas boberías mientras las visitas obligadas se dividen en grupos. Cuento personas y salgo perdiendo siempre. Observo mucha gente de pésame y me entra envidia de mis pésames que yo no veré. Me da igual la muerte, porque me da igual que no me de igual. La muerte no lo iguala todo, pero convierte a todo en un igual. Aunque algunos tienen más iguales que otros.
Hace calor, tanto que pienso por un momento en el muerto. Se estará descomponiendo más rápido, me digo, y aunque sé que en su habitáculo están refrigerados, me convenzo de que no es así, porque el calor es igual para todos. No puedo admitir que el muerto no sea igual al resto, por mucho que sea el protagonista.
Está abierta la caja, la familia lo dice para avisar y nadie quiere acercarse a verlo. No entiendo bien cual es la decisión más inútil. Si se cierra no se ve, y si no se ve no está. Pero si se deja abierta no se mira y si no se mira es como si no estuviera. No sé que pensaría el muerto al respecto. Yo no quiero ser visto una vez muerto. Es un asunto muy personal que sólo quiero conocer yo. Frente a la gran cristalera hablaban del desempleo y del fútbol, de lo alta que está la nieta y de un abrigo que molesta. El muerto no dice nada. Los demás no miran el cristal. Como si no estuviera nadie detrás. Efectivamente, ya no hay nadie detrás.