25.4.10

La sentencia del TC sobre el Estatuto de Cataluña puede afectar a toda España

Llevamos tantos años esperando la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, que los temores no sólo crecen sino se vuelven urgentes y preocupantes.

Hay temores de varios tipos.
El temor sencillo es que se sentencie contra la reforma del Estatuto de forma contundente en el número pero superflua en los enunciados, sin entrar en fondos comunes, echando atrás decenas de artículos hasta hacerlo inútil, saltándose a la torera el procedimiento de aprobación del nuevo Estatuto.
Ese es el temor sencillo.

El temor complejo es que se anulen varios artículos básicos del nuevo Estatuto, que afecten por simpatía a todos los Estatutos de comunidades en España.
Imaginaros que caen del Estatuto de Cataluña artículos que son idénticos (o casi) en Aragón, Andalucía, Galicia o País Vasco. Y que cualquier organización solicita la inconstitucionalidad de esos estatutos amparándose en la sentencia del Tribunal Constitucional. Se desmontaría todo el estado de las autonomías. Un caramelo que muchos estarían dispuestos a explorar.
Es tanto el temor a que esto suceda que no es de extrañar que el Tribunal Constitucional lleve años de retraso, con desacuerdos que no conocemos. Saben que se están jugando algo más importante.

La irresponsabilidad de los políticos del PSOE y PP por no renovar los puestos caducados de este Alto Tribunal constitucional es para dimisiones forzadas. De suceder lo que comento, nos veríamos abocados a una reforma urgente de la Constitución en puntos fundamentales, algo casi imposible de lograr; y al despedazamiento de la sociedad española actual, que mal que bien, va funcionando en paz.
Los Magistrados del Tribunal Constitucional saben que están siendo observados con suma atención, pendientes otros de lanzarse a la yugular de un sistema que funciona, pero que no gusta a todos. 

Y con la misma irresponsabilidad legal eso si, con que se admiten querellas de grupos no demócratas que utilizan la democracia para zancadillearla, se pueden admitir querellas que logren no tanto tambalear el sistema democrático, sino la convivencia entre una sociedad aturdida.

¿Qué es más importante en política, un líder, una organización o unas ideas?

En los años 70 del anterior siglo (¡joder!, que duro suena), cuando ni teníamos cultura política ni bases de donde aprender, entre los jóvenes militantes de la izquierda discutíamos si era más importante tener un gran líder o una excelente organización o unas ideas muy claras. Todo era puro y nuevo, todo era prohibido, todo era teoría sin posibilidades de ponerlas en práctica todavía.
La mayoría optaba por potenciar la organización, las ideas. Pero siempre había algún jilipollas que pensaba en voz alta que disponer de un gran líder (si, del culto a la personalidad), era el camino más rápido, más seguro, más lógico para controlar, dirigir, organizar a lo que llamábamos entonces de forma coloquial y amigable “masas” cuando ahora llamamos sociedad.
Yo era de estos últimos. Ya entonces llevaba la contraria a todo lo que se meneaba.
Con los años abandoné la política activa para hacerme rico. Y como es lógico con mis pensamientos, soy tan pobre o más que entonces. Así que he retomado mis diatribas políticas, pero como con las masturbaciones, yo sólo y casi en silencio si no fuera por vosotros.

Ahora en Inglaterra estamos viendo que un líder desconocido está llevando de cráneo a los laboristas y conservadores porque presenta ideas nuevas, convence con su discurso, cuando tanta falta hay de líderes con capacidad. No tiene unas grandes ideas ganadores detrás, no dispone de una organización líder. Y posiblemente perderá. Pero de momento asusta a las grandes.

La mezcla de una gran organización bien organizada (algo muy complejo de sumar aunque redundante) y de unas ideas básicas y posibles, mantenidas para que la sociedad a la que representa no se sienta engañada, es fundamental. Pero sin la figura del líder, nada es posible. La sociedad necesita confiar en alguien con rostro y voz.

El médico es bueno, no por los libros que ha leído, ni por las notas de la universidad, ni por las enfermeras que tenga; es bueno porque inspira confianza, porque resulta cercano y capaz. Simplemente porque es creíble. En política sucede igual. La gente de la calle necesita soluciones a sus problemas y para ello además de ideas y de organizaciones abstractas para la gente de la calle, se necesitan personas que inspiren confianza, seguridad.
Por eso detrás de cada logotipo, de cada mensaje, de cada color de cartelería bonita, de cada programa electoral, debe haber, tiene que haber por encima de todo eso, una persona, un rostro, una voz, alguien conocido. La organización está para elegir a ese lider, para saber hacer bien el trabajo de aupar a la persona y poner a sus disposición todo el engranaje de la organización. Un trabajo muy necesario e imprescindible.
Ni nada más, ni nada menos.
Si un político no es conocido, por muchas buenas ideas que tenga detrás, por muy grande y limpia que sea la organización que lo sustenta, no será nada en política. La gente vota, elije a personas, no a marcas, no a ideas. Si, efectivamente, faltaría más, hay de todo. Claro que si. Los fieles, los militantes, los simpatizantes, queremos ideas y programa como decía Anguita. Tanto lo repetía Anguita que nunca consiguió nada que no fuera saber que tenía razón, pero que con ella se quedó, sin resultados positivos.