Últimamente, las noticias financieras han estado dominadas por crónicas de Grecia y de otros países de la periferia europea. Y con razón.
Pero me ha inquietado la información que se centra casi exclusivamente en las deudas y en los déficit europeos, con lo que da la impresión de que todo se reduce al derroche gubernamental (lo cual le da la razón a nuestros halcones del déficit, que quieren recortar drásticamente el gasto a pesar de enfrentarnos a un paro masivo y ponen a Grecia como ejemplo de lo que pasará si no lo hacemos).
Pero la verdad es que la falta de disciplina fiscal no es la única, ni la principal, fuente de problemas de Europa, ni siquiera en Grecia, cuyo Gobierno, efectivamente, sí ha sido irresponsable (y ocultó su irresponsabilidad con contabilidad creativa).
No, la verdadera historia que está detrás del eurocaos no se basa en el despilfarro de los políticos, sino en la arrogancia de las élites; concretamente, las élites políticas que instaron a Europa a adoptar una moneda única mucho antes de que el continente estuviera preparado para un experimento de este tipo.
Fijémonos en el caso de España, que en vísperas de la crisis parecía ser un ciudadano fiscal modelo. Sus deudas eran bajas: un 43% del PIB en 2007, en comparación con el 66% de Alemania. Tenía superávit presupuestario. Y su regulación bancaria era ejemplar.