27.1.10

El FMI propone una bajada de los salarios (reales) como solución para la crisis.

Las teorías liberales salen a jugar en el campo de las prácticas políticas sin tener en cuenta las características particulares de los países ni sus problemáticas.

Estamos asistiendo a una situación n la que Europa comienza a despotricar sobre España (y Grecia y Portugal) como si fueran los malos jinetes del Apocalipsis. Poco importa la solidaridad o el entendimiento entre países, para ellos, que la crisis no haya pasado en los países del sur es signo de semi-herejía para la manutención y estabilidad de la Unión Europea.
Os imagináis a Aragón u otras comunidades que ya ven (muy ligeramente) cierta luz en el final del túnel, criticando a otras comunidades que aun las están pasando (comparativamente más) putas. Sería absurdo, y un ejercicio de irresponsabilidad política y social bestial.
Pero los sectores más liberales alemanes se lanzan en picado a echar balones fuera y plagar sus artículos en lo mal que les están yendo al resto de países, con el acostumbrado tono despectivo con el que nos llaman (PIGS).

Las soluciones que nos traen, como la del FMI se basan en la liberalización del sistema laboral, pero no en cuestiones positivas que mejoren el propio sistema laboral, sino simples y llanas: Bajar los salarios reales.
Según sus teorías, esto hará a las empresas contratar a más trabajadores, que producirán más, por el mismo precio, es decir, aumentará la productividad, y el nivel de empleo.

Una de las razones que podemos tener en contra (únicamente por la vía económica), es que la mayor parte del consumo y la renta disponible se basa en los salarios (y no en la totalidad de la renta, ya que en general las rentas del capital, una tercera parte del total, suelen derivarse a ahorros y posteriores inversiones). Así que si bajas los salarios reales, habría que ver si bajaría, o no la demanda total y el consumo final (por mucho que aumentes los trabajadores).
Por otro lado, nada te asegura que una disminución de los salarios aumente el número de empleados. Las empresas ahora mismo no producen no por una crisis de oferta, no es que les hagan falta trabajadores pero no puedan pagarlos por que los salarios son altos. Lo que pasa es que no hay una demanda suficiente como para que la producción les salga rentable.

Si, es un pez que se muerde la cola, y hay que atajarlo por alguna parte, pero la disminución de salarios no es la solución, o al menos no la correcta.

EL flujo crediticio es el elemento que falta en la composición actual, y de la que nadie sigue hablando por que es un tema tabú entre cualquier debate económico. No se quiso hablar cuando los bancos empezaban a cerrarse, no se tuvo más remedio cuando cayeron en efecto dominó, pero mientras la crisis financiera sigue en pie los analistas populares solo hablan de tasas de paro, malas prácticas políticas y soluciones matemáticas para un problemas que es más sencillo, pero menos aceptable. No hay dinero. No hay flujo sanguíneo del sistema.

Y con la deuda privada que tenemos (mucho mayor que la pública de la que todos se cansan de hablar), lo tenemos crudo.

25.1.10

¿Cómo se gesta, se crea, un proceso literario, una novela? Ideas para saber cómo se escribe una novela

A veces nos preguntamos cómo crean una novela los escritores. Cómo comienzan y le dan forma a una idea, a un proyecto literario, a una novela.
Vamos a dar algunas claves que son sólo un ejemplo, pues cada escritor emplea sus sistemas de trabajo literario. Sirven tanto para una novela como apra un trabajo más corto o apra un libro de ensayo.

1/ Se hace un boceto con la idea. Ejemplo. Quiero escribir una historia que cuente los motivos religiosos y morales por los que una mujer decide abandonar su hogar. Este es el primer esbozo de novela y a partir de aquí voy a ir estirando el tema, dándole forma y sentido. Decido en qué contexto voy a contar la historia, sobre qué personajes voy a bascular, qué tamaño va a tener la novela o la historia, cuantos capítulos, qué tipo de escenas, qué argumento y trama, etc.

2/ Sobre este primer texto, idea, voy añadiendo más ideas, completo la idea principal con ideas secundarias, personajes, escenas posibles, ambiente. Tomo notas, texto en bruto, muchas notas.

3/ Pienso sobre esta idea. Pienso, pienso, pienso, pienso. Añado ideas, añado, añado, añado. Voy dando forma en bruto al relato, a la novela, tanto en la mente como sobre el papel, en donde añado pinceladas.

4/ Observo a gente de la calle para buscar historias que me sirvan para el relato. Las busco, las modifico, las añado, tomo instantáneas mentales de escenas, analizo comportamientos humanos, añado estas ideas en bruto a mis anteriores notas.

5/ Empiezo a montar todo este barullo. Me pongo a escribir la novela con arreglo a un plano escrito en Excel de todo el desarrollo, con los personajes ya más detallados, con las escenas y el andamiaje ya casi montado, aunque no tan rígido que me impida hacer modificaciones importantes.

6/ Escribo sin parar, sin revisar nada, sin mirar incluso las faltas de ortografía. Creo, hasta terminar. la novela. Como todo son escenas, si un día tengo imaginación escribo escenas en donde haya creación. Si un día estoy seco, apagado, escribo escenas o capítulos más técnicos, que hagan avanzar la novela.

7/ Imprimo y corrijo sobre el papel la estructura de la novela. Cambio el orden de algunos capítulos, añado nuevos secundarios, cambio la importancia de algunas escenas.

8/ Imprimo y corrijo sobre papel las faltas de ortografía.

9/ Imprimo y corrijo sobre papel el tono y estilo de la narración. Busco la velocidad, el tiempo interior y exterior de la novela, retoco algo la trama si hay cosas que no me gustan por su falta o exceso de tono.

10/ La dejo reposar 3 meses. La imprimo y la corrijo definitivamente sobre el papel. Una vez dada por terminada la doy a leer a 3 amig@s para que me den su opinión y con sus datos, analizo si es necesario una nueva corrección.

11/ La doy por terminada. Si va a ir a imprenta, se debe corregir otra vez más por un corrector de estilo que sea externo, pues siempre encuentra errores que se habían escapado al autor.