10.11.09

Los sueldos, los impuestos y los ricos


Viene maravillosamente bien las feroces críticas de los "ricos y extranjeros" jugadores de fútbol a su subida de impuestos para entender lo que los "ricos, riquisimos" piensan de los impuestos.

Quien tiene mucha pasta se cree que toda ella le pertenece, que se la ha ganado con el sudor de su frente y que no tiene porqué dar nada a nadie si no es como caridad y limosnas.
No acepta más tintas medias.
Y no asume que si es rico es a costa de muchos pobres que no obtienen por su trabajo todo lo que producen, sino que una gran parte se escapa hacia sueldos de mandos superiores o hacia beneficios que se quedan en manos de muy pocos.
No hay nadie que pueda hacerse millonario con el simple trabajo propio, es imposible, siempre necesita el añadido del trabajo de muchos que le entregan un poco (o un más) de cada uno de ellos para su beneficio.
Este es lo que la izquierda socialista y occdidental no ha sabido transmitir nunca. Quien tiene mucho no debe ser el dueño de todo eso, y la única manera de organizar la sociedad mejor es a costa de impuestos progresivos, más justos y sobre todo que ayuden a que la sociedad sea más igual y justa.
Bien sean los futbolistas, las grandes fortunas improductivas, los beneficios empresariales que se reparte (pagan los mismos impuestos los que se reparten que los que se dejan en la empresa para reinversión) o los sueldos escandalosos.
Nadie se gana un sueldo de millones de euros, lo que no impide que se los paguen. No podemos señalar porqué, pero nos lo maginamos. Por trabajar no.
La izquierda tendrá que cambiar su discurso, decir claramente que subir los impuestos sobre la renta es progresista y que hacerlo progresivamente es de inteligentes y osados. No tocar los impuestos por miedo a que se vayan a otros países es de miedosos, y en algunos casos como en el de los furbolistas, una excelente medida para evitarnos la pérdida de euros en nuestro balance de pagos patrio.

9.11.09

Celda 211. La película española del año.

La primera secuencia de Celda 211 te avisa, como en Grupo salvaje, de que esto va en serio, de que va a hablar de fronterizos en situación tétrica. Te obliga a cerrar los ojos.
La segunda escena, que ejerce de prólogo expositivo, es horrorosa, con actores que recitan con tonillo presuntamente natural pero vergonzantemente falso lo que ocurre en esa cárcel.
En la tercera aparece un cráneo afeitado y unos andares intimidantes. Se hace llamar Malamadre, es el jefe de los malos.

En todo relato, y una película lo es, el inicio, la primera frase, debe mostrate de qué va el relato.
Luego el primer párrafo debe dejarte un sabor claro del contenido final e incluso el principio de ese fin. Dicen los puristas que en el primer párrafo debe estar contenido sin escribirlo, el final. El lector, el espectador, debe intentar adivinar el final tras los primeros 5 minutos.