20.10.09

Relato natural que engaña o casi.

Miraba el azul y observaba que no era completamente liso, que por debajo se veía deslavado, mientras que haciendo un esfuerzo y si levantaba la vista hasta casi hacerme daño en el cuello, el marino invadía la ilimitada visión del plano celeste.

Estaba tumbado en el suelo, aplastando con mi cuerpo una tupida hierba fresca de primavera que se había disfrazado de flores pequeñitas para no ser pisada. Nulo intento porque a mí me da igual de qué se disfrazan, si de ello depende el disfrutar más y mejor del momento.

No hay sonidos, es pronto y los pájaros deben estar dormidos o lo que puede ser peor, asustados ante mi presencia imponente, porque otra cosa no, pero yo sobrecojo a quien me ve por primera vez y asusto a quien lo hace por segunda. Debe ser mi tamaño o tal vez mi forma de caminar o incluso mis sonidos guturales que de vez en cuando suelto para preocupar con mi presencia. Sé que produzco temor y me gusta notarlo, observar que se apartan los animalillos tontos del campo, los pobres diminutos que sólo saben comer insectos de colores negros. ¿Se ha dado cuenta de que la mayoría de los insectos son negros profundos y sucios?

Estaba quieto para disimular, pues sé que así se confían los que me rodean y empiezan a moverse, haciendo una vida casi normal. Es lo que pretendo. Respiraba profundamente pero intentando que mi aire no produjera ningún sonido por leve que fuera, que los movimientos de mis ojos no se percibieran para no preocupar.

A escasos 20 metros a mi derecha, un excesivo animal gris marengo se me apareció lentamente, en la dirección del viento, como yo pretendía. Me dio la impresión de que rebuscaba por la tierra bulbos o frutos caídos, pero yo me dediqué a encontrar con mi dedo el gatillo, para no fallar.

Apunté la mirilla hacia mi ojo y este hacia la zona central del pecho del animal de carne magra que iba a deleitarme aquella noche. Sólo un segundo más, para que no me molestara una rama baja, un simple segundo si el borrego se mueve hacia mí. Menos de un instante y…
…creo doctor que me atacaron miles de avispas a traición porque olieron a gozo que es símil a dulzura.

Entre desigualdades y libertades, prefiero trabajar por las primeras

Desde la izquierda estamos luchando constantemente por la libertades, en un claro ejemplo de error en el diagnóstico y la estrategia política.
Sin un nivel de vida aceptable, las libertades no sirven para casi nada.
La izquierda debería pelear por conseguir un nivel de vida más alto, para que las diferencias entre los ciudadanos fueran mucho menores, aparcando las libertades colectivas a un segundo plano.
Somos pobres esclavos con muchas libertades sociales. Pero pobres.

Podemos tener todas las libertades posibles, pero si no tenemos un trabajo digno, un acceso a la vivienda que no sea una cárcel, la posibilidad de emanciparse a una edad lógica, todas las libertades quedarán en papel escrito sin poder usarse.
El número de personas que están atadas por sus condicionantes personales y económicos es tanto, que por muchas libertades civiles que nos demos, no vamos a poder usarlas, pues no podremos salir de las ataduras sociales, y deberemos seguir siendo esclavos de un sistema perfectamente creado para engañar.

La propia derecha nos plantea la pelea en temas de libertades, dejando oculta la realidad de las desigualdades, porque no le interesa que la izquierda entre en esa parcela de lucha social.
Para los neoconservadores, es una maravilla que la izquierda plantee temas de libertades, de infraestructuras, de formas en la cultura o la educación, de igualdad por género, de ayuda a la inmigración, de religión.
Somos tan tontos que dejamos de plantear con seriedad lo que a ellos más quieren salvaguardar, las desigualdades económicas.

A los ricos les interesa más que a nadie que sigan existiendo pobres, esclavos libres, mano de obra acomplejada y barata, para poder ser más ricos.
Nos hemos creído todos en unos años, que éramos ya tan ricos, que no se debería seguir peleando por el abuso en el trabajo, por la dignidad económica, por el acceso a la vivienda y a una vida digna. Nos hemos olvidado de los olvidados, de los pobres, de los desamparados, pensando que eran una minoría voluntaria. Y mientras tanto seguían escondiendo el mal acceso a la dignidad social.

Y mientras tanto les echamos las culpas a los políticos, en otra trampa más del sistema creado por ellos, para que nunca aparezcan como responsables de las desigualdades. ¿Cuánta diferencia de sueldo mensual hay entre un Presidente del Gobierno y el Presidente de un Gran Banco? ¿y entre un Alcalde y un Consejero de una empresa que hace una década era pública y ahora es privada porque se medio regaló a unos cuantos amiguetes? ¿quién se lleva realmente el dinero de todos?