7.5.09

El embargo de la vivienda habitual es una barbaridad. Se debe modificar la ley de embargos de viviendas.

Para Hacienda está muy claro cual es la vivienda habitual de cada español. No hay duda y se rige por una normas claras que incluso se puede modificar.
Luego no es imposible modificar las leyes de embargos judiciales, para evitar que la vivienda habitual NO pueda ser embargada o se pueda cambiar el embargo por otro tipo de medidas legales.
Como es lógico quien solicita un aval, quiere “chicha” fresca que pueda embargar en caso de impago. Pero el abuso es muchas veces inmenso, pues se exigen avales muy superiores a la deuda, para luego el banco poder ejecutar aquellos que más le guste, con arreglo a cómo está el mercado, y añadiendo al valor de deuda el de los intereses de demora (abusivos) más las costas judiciales (a veces abusivas también). Hoy por ejemplo, los bancos prefieren embargar un piso en el casco urbano de una ciudad que un apartamento en la costa. Se puede vender en subasta mucho mejor.
Así que hay que parar la sangría que supone a muchas familias, quedarse sin su vivienda habitual.
¿Cómo?, creando una figura jurídica que impida el desalojo de las personas que habitan la vivienda habitual, cambiando el embargo de la propiedad, para añadirle que los moradores tendrán usufructo de por vida de dicho bien.
Quien sea embargado dejará de tener la propiedad del bien, pero si es vivienda habitual al menos, podrá “usarla” mientras viva, en unas condiciones tasadas. Por ejemplo pagando un alquiler protegido por ley.

6.5.09

Miedo a la muerte. Se puede superar con la edad.

Curiosamente el miedo a la muerte se va perdiendo según uno se acerca a la edad teórica de su encuentro.
Eso si, aumenta el miedo a la enfermedad incapacitante, a la asistencia total.
De niño todos tenemos algunos episorios de miedo a la muerte que nos paraliza al menos unos instantes. Descubrimos la muerte como algo real, que nos sucederá, que les sucederá a los que nos rodean.
Creemos todavía que puede ser evitable, que tal vez no siempre sea real, pero poco a pocovamos asumiendo este hecho y lo aceptamos.
Cuando la edad empieza a pesar, cuando ya hemos visto a grandes compañeros que se nos han ido, se asume como "normal" el propio hecho de la muerte, y uno suele encontrar la paz en esta asimilación, porque entiende que es inevitable.
Nadie desea la muerte, excepto los enfermos graves, pero se empeiza a valorar más la vida, una vez que se sabe que al final está la desaparición física.
Los creyentes lo tiene más fácil, creen en la esperanza de una nueva vida y esto les da ganas de pensar en el futuro, sin este cuerpo. Pero los no creyentes asimilan que este es un trayecto casual, y que la suma de toda la experiencia les hace disfrutar de su camino ya andado.
Asumir la muerte es un signo de madurez.
Quienes no la asumen, sufren más.