3.4.09

Las recoberas. Un oficio y una palabra nueva

Una recobera es una persona, casi siempre mujer, que se dedicaba a un comercio muy peculiar. Ella tenía su clientela fija, tanto en el pueblo como en la capital. En el pueblo recogía, en casas particulares o masías, huevos, pollos, frutos secos, productos de cerdo y muchos más productos del campo por insospechados que pudieran parecer. Estos géneros eran transportados a su clientela de la ciudad, que pagaba un dinero y con este dinero compraba los encargos que la recobera recibía de sus clientes del pueblo.


A finales de la década de lo treinta el tránsito de mercancías se incrementó considerablemente con la aparición del estraperlo. La escasez de víveres, como consecuencia de la guerra, dio lugar a un fenómeno ilegal, injusto e irregular, por el se podían conseguir artículos de primera necesidad, bien mediante dinero o trueque de joyas y otras cosas de valor. Las recoberas eran una especie de obreras del comercio, ya que en tiempos de estraperlo eran perseguidas por las fuerzas del orden, y tenían que valerse sólo de sus brazos para el transporte de sus mercancías resultando por ello muy fáciles de detener.

El estereotipo de Murcia y su campaña publicitaria

Las campañas publicitarias de alto coste deben ser atrevidas, originales, porque con la saturación actual de impulsos publicitarios que recibe el ciudadano todos los días, algo común se pierde en el bosque.
Por este lado la campaña de "Murcia busca su estereotipo" se merece un diez. Es original, se inventa a un profesor croata para asegurar que es imposible encontrar un estereotipo que haga conocida a Murcia en el turismo español y además avisa de que "Murcia is diferent. No typical"
Crea una página web en donde solicita ideas, llena las televisiones y los periódicos de anuncios que es imposible no ver y obtiene al menos el resultado de que no pasa desapercibida, que no es poco.
Otro tema es poder asegurar que tras conseguir que los espectadores presten atención, se ha conseguido lo que se pretendía.
No se si tras la primera oleada de anuncios, vendrá otra, enseñando lo mucho que tiene Murcia, porque si no, todo el gasto se quedará inútil.
La "historia" tiene que encontrar un final. No nos podemos quedar en que Murcia no tiene "nada" que ofrecer a los demás como atractivo, como diferente. Mientras no tengamos el final, ponemos un notable a una campaña algo casposa pero muy original, con un alto coste, y premiamos al político que tuvo la osadía de aceptar esta campaña, sabiendo que iba a recibir palos. Seguiremos atentos a los anuncios amarillos chillones.