16.6.08

LOS ERRORES EN POLÍTICA SE PAGAN MUY CAROS

Los errores en política se pagan a un precio altísimo, las organizaciones políticas que se deben a sus electores, a su sociedad y la representan, no pueden cometer errores, porque estos se pagan a precio de oro.
Quien esté en política para pensar que no está dentro de un producto que se llama partido, que cada 4 años se debe enfrentar al examen de la sociedad y aprobar, lo mejor es que deje de estar en un partido político y se dedique a trabajar en asociaciones políticas.
La diferencias es fundamental, es de método de trabajo, de organización.
Desde una asociación política no se presenta nada ni nadie a examen cada poco tiempo, y puede mantener unos criterios políticos limpios y perdurables en su historia, porque son sus militantes los únicos que tienen voz y voto en la organización y ponen además la gasolina.
Pero un partido político pivota sobre sus cargos institucionales, y para poder tenerlos, debe someterse a su sociedad, cambiante esta en cada momento social, y obtener de ella su aprobación.
Y pivota sobre sus cargos institucionales, porque son los que le dan la financiación y sin ella no hay partido político que resista. Y si muere esta, mueren sus proyectos de transformación, de gestión de la sociedad.
Un error político supone la pérdida de la credibilidad, y con ello la pérdida de los votantes. Nada hay que perdonen menos los votantes que la pérdida de la confianza, y quien dentro de su casa no sabe gestionar su familia, muy difícil podrá obtener la confianza para que gestione la casa de los demás.
Un partido político puede incluso olvidar a sus votantes, olvidarse de que se debe a lo que ellos piensan. Pero será uno de los últimos actos que realice en política antes de su desaparición.
Es imposible estar en política, dentro de partidos, sin que se busque el apoyo de la sociedad en forma de votos. Y el apoyo además de una parte de la sociedad que es comúnmente muy neutra, muy ambigua, muy cambiante.
Imaginemos un partido de izquierdas que desea ampliar su base de votantes. Necesita no solo tener nuevos votantes, sino lo más complicado, quitar votantes a otras formaciones políticas o a la abstención. Las personas que votan, normalmente ya lo han hecho otras veces.
Esperar que esas personas, afines sin duda a tus ideas, pero que ya han votado otras veces, aumenten en número, es una tarea muy complicada porque supone que cambien su orientación de voto. Un partido político se puede presentar ante su sociedad con unas ideas muy pulidas, puras y únicas, pero si no son capaces de calar en la sociedad común, en la de la calle, no tendrán logro. Podrán tener el aplauso de los intelectuales, de los políticos más puros (muchos de ellos ya votan a otras opciones o ya te votan) pero si se quiere aumentar la fuerza, se tiene que recurrir a la base de la sociedad.
Sin ella no hay posibilidad de nada.
En política los errores se pagan en precio de euros, y por desgracia este sistema, que podemos no estar de acuerdo con él, pero que de momento es el que hay, funciona con muchos euros. Si queremos cambiar el sistema, empecemos por comprender cómo funciona TODA la sociedad, metámonos dentro y trabajemos duro. Pero insisto, TODA, no solo la parte que creemos representar.
Desde fuera, no se puede conseguir la justicia, no se puede transformar la insolidaridad.
Para eso están las asociaciones que no se deben más que a sus socios.

Las 65 horas laborales europeas o porqué Europa no logra prosperar

En la imgen se puede ver como la gente es capaz de disfrutar y relajarse, incluso rodeado de mierda. Pero no es lo deseable.

Contra la globalización laboral, Europa se ha sacado de la manga que la flexibilidad laboral es el medicamento, y quiere darnos a todos pastillas en forma de 65 horas semanales máximas.
Efectivamente no son (de momento) obligatorias de tomar, pero puede ser un camino abierto, que resulte peligroso.
Nuestro Estatuto de los Trabajadores marca un máximo de 4o horas semanales y muchos convenios sectoriales recogen horarios anuales máximos que reflejan menos de estas horas de media. Pero si que se abre el melón de un tema complicado, como es el de la negociación personal entre empresa y trabajador, no ya al margen de los convenios, pero si en un lateral.
Se podría contratar a personas que trabajaran 65 horas semanales durante unas semanas para puntas de producción y solo 15 horas otras semanas de producción baja para no saltarse las 40 horas de media.
El primer problema sería la seguridad en el trabajo, alguien que trabaja 10 horas, durante 6 días a la semana, está en mayor peligro de accidentes. El segundo sería la calidad de la producción de ese mismo puesto. El tercero el uso indiscriminado de la vida de las personas por la empresa, que no respetaría que se pudieran organizar, pues nunca sabrían qué tipo de jornada tendrían en su vida laboral.
El tercer punto entra de lleno la atención familiar, compañer@, hijos, progenitores, amistades, formación y cultura, vida social, etc.
La persona deja de ser libre para ser propiedad de una empresa que la utiliza como quiere y cuando quiere. Algunos tontos empresarios se frotan las manos con este cambio, sin darse cuenta de que es un error a medio y largo plazo.
Es imposible competir con las mismas harramientas contra el esclavismo laboral de países emergentes, o se controlan las calidades y los mercados o se atiende a servicios en vez de a producciones, pero nunca (de momento) los europeos admitirán un sistema laboral como el vietnamita, por poner un ejemplo.
Por cierto los dueños, los amos de esos países también son distintos a los de Europa. ¿Están dispuestos los empresarios españoles a ser también como los empresarios de Vietnam? ¿A tener las leyes que tienen en esos países sobre el control de la producción, de los beneficios, de la gestión, de las subcontrataciones?