3.3.08

Los médicos como valor

Durante siglos, los países más ricos tenían más soldados, y eso les convertía todavía en más ricos porque se dedicaban a conquistar otros mundos. El valor de un país se medía pues en números militares.
Ya en el anterior siglo empezaron a cambiar los datos, y siendo cierto que en su primera mitad siguió mandando el número de soldados como elemento diferenciador, las armas nuevas, es decir las máquinas, empezaron a adueñarse del valor efectivo en la guerra.
A finales de siglo, era la energía el desencadenante del poder en la totalidad de la palabra, del poder y de las guerras otra vez porque sin ellas parecemos no ser capaces de tener poder, algo que nos encanta.
Pero curiosamente en este principio de siglo está entrando de lleno en el mercado económico, un nuevo valor de diferenciación, el valor formativo, el valor cultural.
Nos robamos los médicos y las enfermeras, los ingenieros e investigadores, los que nos van a dar calidad de vida en vez de poder bruto.
Incluso los ejércitos militares con mejores sistemas de formación y de inteligencia vencerán aunque sena menores en número.
Como siempre los países pobres salen perdiendo en el trapicheo, pero es una buena ocasión para que empecemos a replanteamos el invertir en formación académica como salida futura, si deseamos seguir siendo parte del Primer Mundo.
Sin duda, propongo invertir en formación por la Paz, pero lo seguro por desgracia, es que se invertirá en formación de todo tipo.

2.3.08

Mi novela sobre Aldea de Piqueras

Estoy corrigiendo mi última novela, llena de personajes negros y rudos que se convierten en fieras cuando están fuera de su diálogo con el lector.
Para los que gustan de leer les recomiendo que practiquen la escritura, que no tengan miedo a crear vidas y situaciones. No es fácil, pero eso es lo bueno, que cada día todos vayamos aprendiendo un poco más en un oficio complicado en donde muchas veces eres incapaz de dominar las situaciones.
Mis personajes son complejos, y tengo un problema dada mi bisoñez, debo conseguir que todos los personajes siendo muy parecidos, sean totalmente distintos, es como dirigir una orquesta en donde cada músico cumple un papel determinado. Cada uno solo, no sería casi nada, pero en conjunto y con sus individualidades hacen una maravilla.
Yo no aspiro a nada que no sea disfrutar con la escritura, por eso precisamente disfruto. Guardo una pequeña galería de personajes esbozados de los que tiro cuando los necesito, y a los que doy vida según las necesidades, son mi almacén de vidas muertas, de seres congelados.
Demetrio, Venancio, el Oliva, la Carolina, Jean, Pascualillo, el cura Dámaso o Abdón son los que ahora muevo entre Alicia y Luis Gracián. A usted no le dicen nada, pero viven, mueren entre y por ellos, sufren o gozan.
Atrévase a crear personajes, es tener el poder de la vida en los dedos de las teclas.