24.2.07

Sillas en una calle de Zaragoza

Esto que vemos en la imagen de arriba sigue siendo Zaragoza, un ciudad de unos 700.000 habitantes en donde por la noche de verano o el mediodía de los inviernos con sol, los vecinos puedes salir a comentar sus cosas, a pelar al que toque o a buscar ayuda en el diálogo. Hablar entre vecinos es una terapia maravillosa.

Es cierto que esto se da en pocas calles de la ciudad, pero buscándolas se encuentran. Y es también una muestra de lo que todavía necesitamos hoy o al menos lo que se utilizaba antes para sentirnos mejor, el contacto humano, el diálogo con los otros, el intercambio.

Hoy la televisión nos lo da todo chupado. Ya no hay que pelar a la vecina del segundo, porque los programas nos lo dan hecho y nos muestran vecinos que no conocemos de nada pero que se dejan criticar con facilidad. Cobrando eso si, pero a nosotros nos da igual. La mentira queda disimulada por los focos.

Eran las 11 de la mañana de un día cualquiera y lo que vemos es que no se quitaban de la calle las sillas, muestra de que se pensaba seguir hablando del Madrid o de la Pantoja a la tarde siguiente.

No pregunté, pero quise imaginarme que ninguno de los dueños tomaba Prozac. Se curaban con más diálogo.



23.2.07

Un 23-F de hace 86 años o de hace 26 años. Depende

Hoy nació mi madre allá por el año 1921. Yo no estaba. Hace pues ya 86 años. Muchos pero no tantos. Hoy cumpliría sus 86 años que no son imposibles ni mucho menos, pero tal vez los pulmones o tal vez la tristeza acabaron con ella hace ocho años. Yo también soy responsable de todo.

Hoy también y hace 26 años que por la tarde nos dieron un susto unos señores vestidos de verde. Mis padres estaban de vacaciones de invierno en el pueblo, en la Soria encantadora que no hay que ir nunca a visitar para que no se estropee. La Soria despoblada del Oeste, llena de Duero y vino.

Mis padres aquel día lo pasaron mal, o incluso muy mal, no lo sé. Mi hermano fue de los que tuvieron que llenar la mochila, y no se si mis padres por aquel entonces sabían de aquellas cosas, pero estoy seguro que los padres saben casi siempre más de lo que parece.

Yo para espiar me fui con mi señora esposa a casa de un amigo militar de carrera para vivir desde primera fila cómo se iban desarrollando los hechos. El amigo era de los "buenos" y su padre más todavía, y las horas pasaron casi sin miedo porque todos los teléfonos sonaban e iban indicando que sí que existían movimientos, pero era pocos y de los que ya sabían que estaban dispuesto a joder al ajedrez violento en cualquier momento.

Siempre hemos celebrado el 23-F con tortillas de patata y algunas veces con paticas de cordero rebozadas, un manjar de árabes. 

Hoy tenemos vino del bueno, cena de celebración y hemos cambiado los menús antiguos por uno italiano con pesto y diábolo como salsas para la pasta.

Nos acordamos todos de mi madre, como no puede ser de otra forma. Hasta mañana Pilar.