Así nos estamos quedando todos nosotros de tanto soportar el ruido del barullo social. El ruido es también esas palabras que no se soportan con facilidad, que hieren el oido interno tanto, que te llega a las entrañas mismas y se te mueven los huevecillos o los óvulos según el nombre.
Decía Gracian que antes de romper el silencio era mucho mejor pensar lo que se iba a decir y además que éramos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios.
Pero a Baltasar no lo ha leído casi nadie. Es normal porque alguien que lleva casi 400 años muerto no puede entender nada de la vida actual porque ahora tenemos ya otras redes. Eso si, lo que no tenemos es sentido común.
Baltasar, o incluso Tierno o Unamuno u Ortega (el hermano de Gasset) hubieran sabido manejar estos temas mucho mejor. Pero claro habían recibido clases de Humanismo en sus escuelas.
La hoja de mis sueños se cayó al suelo. Ya no pudo aguantar más su propio peso y una pequeña volada de aire supo acabar con sus fuerzas. Se acabó de estar agarrada a su sociedad.
La busqué y la recogí con mimo porque había sido portada en dos ocasiones de mi blog. Al darle la vuelta vi sus heridas y también la belleza que no me había enseñado cuando estaba en el alambre, sus verdes de vida que ninguna otra hoja del suelo tenía porque ellas se estaban pudriendo por tocarse y contagiarse de la muerte.
Decidí que sería mi portada una vez más, para enseñar como se muere y aprendamos todos que lo importante es lo que tenemos, nunca lo que vendrá ni lo que ya pasó.