16.10.06

Etiopía y cómo conquistar el cielo

Nos creemos en occidente que lo tenemos todo, me refiero a las personas que vivimos en la mayoría de países desarrollados, capaces de superponer la posesión por encima del amor; que no somos capaces de escuchar ni mirar a nuestro alrededor, cuya autoestima y salud depende exclusivamente de la riqueza y la valoración externa que recibimos de quienes consideramos que viven al mismo nivel o todavía superior al nuestro.

Para todos nosotros la vida exitosa será aquella en la cual obtengamos un título en la Universidad, para después conseguir un puesto de trabajo que no proporcione unas buenas ganancias, y la posibilidad de ascender lo que supone todavía una mejora económica. No es necesario ser felices ni trabajar mucho, ni pensar en los demás.

Finalmente a los cincuenta, cansados de engañarnos a nosotros mismos y a quienes nos rodean, empezaremos hacer méritos para ir al cielo en el futuro, y por ello decidiremos mandar dinero a un orfanato de Guinea Ecuatorial o apadrinar a un pobrecito somalí, o incluso en algunos casos, ayudaremos con unas monedas a los que viajan hasta Etiopía para dar un balón de fútbol a los niños pobres del poblado de Meki.

Y aquí es donde quería yo llegar, al extremo opuesto de la vida, a la gente que vive en países como puede ser Etiopía, personas que dejan su familia y su hogar rural para viajar hasta la capital de su país, en busca de un trabajo con el cual obtener dinero, para dar mejor calidad de vida a los suyos. 


Nosotros les hemos enseñado que el dinero da la felicidad, y salen en su búsqueda, perdiendo los valores que les quedaban, y dejan en su pueblo no solo a la familia y los amigos, sino también la risa, la ilusión, el cariño y las ganas de vivir, terminando la mayoría hundidos en la frustración y la desesperación, mendigando en las calles, volviéndose egoístas y fríos, sobreviviendo a los días, gracias a los recuerdos que les quedan del pasado o a los deseos de escapar a otros países.

También en Etiopía hay ricos muy ricos, y pobres tirados por las calles sin poder sobrevivir. El ser humano copia todo lo malo. Lo bueno…, lo bueno es más difícil de copiar.

5.10.06

Ternasco aragonés asado como se hace en los pueblos

Voy a dar mi receta definitiva del ternasco (cordero joven) asado. Ojo, el ternasco es algo mayor que el lechal ovino y algo más joven que el cordero. Debe tener entre 70 y 90 días y no pasar de los 20 kilos en canal. Yo prefiero paletillas pero los costillares también sirven igual para esta receta. 

— ¿Pero de verdad que es la receta definitiva?— seguro, miré usted, es la de los años viejos, la histórica de los pueblos.

La carne debe tener un par de días sacrificada, no sabe igual si está el animal recién sacrificado, algo que en el caso de los lechales no es tan importante.

La carne se deja fuera del frigorífico por la noche antes de asarla, se pone esas horas antes con sal (el asado algo salado) un golpe de pimienta negra, unas ramitas deshojadas de tomillo y otras de romero y rociado con alegría con aceite de oliva. Para terminar unos chorritos de vinagre. Si, he dicho vinagre. Y con todo eso, se deja en maceración toda la noche, fuera de la nevera. En la vivienda no hay mucha diferencia de temperatura entre invierno y verano, así que da igual en qué momento del año lo estamos preparando. 

Yo prefiero que todo sea aceite de oliva y no sebo de riñonada o grasa de cerdo como el elemento para engrasar la carne en la maceración.

Antes de poner al fuego del horno, se pelan y cortan 4 patatas en rodajas finas y una o dos  cebollas, y se ponen debajo de la carne a modo de cama.

Se pone en la base del recipiente, por debajo de la carne, una mezcla de agua y vino blanco o rosado a mitad, para que el asado esté jugoso y las patatas se hagan casi cocidas. La carne no se cocerá porque estará encima de las patatas y no tocará los líquidos de la bandeja.

El horno se pone a tope de calor (entre 200 y 220 grados como poco), y cuando ya está alcanzada la temperatura se mete la carne, se deja unos 10 minutos y se baja el horno a no más de 170 grados. Se deja a esa temperatura un mínimo de 1,5 a 2 horas, teniendo en cuenta de que la base de la bandeja, donde estás haciendo cama las patatas y cebolla no se quede seco, para lo que añadiremos mezcla de mitad agua mitad vino, para que la humedad del horno no reseque la carne.

Si pasado el tiempo marcado el ternasco no está crujiente (se puede dar la vuelta una sola vez) cosa bastante improbable, se pondrá el rustidor a tope de temperatura los últimos minutos, para servirlo bien tostado por fuera y jugoso por dentro.

El vinagre no deja rastro de sabor, pero quita el de la carne madura, aunque en el ternasco no es imprescindible. El vino debe ser de familia. Un Rioja, un Somontano, un Duero, un Cariñena de los nuevos pueden ser una elección perfecta.