“Para los antiguos griegos, la virtud o areté no era la bondad o la nobleza, sino la capacidad de hacer algo de la mejor manera posible, de alcanzar la excelencia”; estas son palabras que dice uno de los personajes de la novela, La clase de griego, de la recientemente premio Nobel, Han Kang y que, si uno repasa a todas las personas que han pasado por tu vida de manera directa o indirecta, te das cuenta de que este concepto del areté no es la premisa principal en demasiadas personas.
Si fuese una replicante a lo Blade Runner diría he visto a un padre golpeando a su hijo, a un hombre joven gritando y zarandeando a una mujer mayor, he visto a hombres débiles humillando a mujeres, he visto a mujeres sin autoestima que mendigaban amor y a hombres viejos que intentaban recuperar a amores de antaño a golpe de talonario para vencer la soledad y a una mujer cocainómana que temía a los conocedores de su secreto y que pensaba que el feminismo era el equivalente al machismo, a un hipócrita que largaba la bipolaridad de cierto amigo con tentativas suicidas, cuando el hipócrita ocultaba su ingreso en un psiquiátrico y también he visto a mujeres que vendían santidades por juventudes de intenso furor uterino y he visto a ex mujeres y ex novias que tras descubrir una cara b de sus parejas tenían que guardar silencio y sufrir campañas de desprestigio por parte de aquellos y he visto a demasiados Trump y Musk a lo largo de mi vida como para que nada ni nadie me sorprenda. Goebbels no murió, se transmutó.
Sustituyan a todas estas personas sin areté por los conceptos democracia, solidaridad, igualdad y sospechen qué futuro le espera al mundo. El caos vende y ¿triunfa?.
Tal vez sean triunfos momentáneos porque, por fortuna, existen los contra replicantes y si yo fuera uno ante los hechos antes contados podría decir he visto a mi padre (que nunca golpeó a nadie) como tuvo que parar a ese padre colérico que tiró de un bofetón a su hijo al suelo y me he visto enfrentándome a cierto familiar borracho y drogado que zarandeó a mi madre por no aceptar aquel su genética heredada y he visto y me he visto encarándome a los hipócritas para decirles: curados de vuestras debilidades, aceptad vuestros pasados y dejad de joder la marrana porque el mundo no necesita más narcisistas perversos.
Pero si el mundo está regido por narcisistas perversos que quieren el poder por el poder, no por el humanismo, ¿jdónde queda el areté? ¿Trump y Musk quieren alcanzar la excelencia? Temo la respuesta, se intuye; pero tampoco sé qué respuestas darán la solución al caos venidero. Sólo puedo decir, trabajen su areté y si no, quédense callados. Que alguien se lo diga a Trumpo Musk y a todos los imbéciles que he (hemos) tenido que ver y aguantar pero, eso sí, no sean benévolos y pasivos porque la maldad hay que combatirla y dejarse de medias tintas ya que odio el buenísmo cobarde y condescendiente.
Olga Neri