A veces nos preguntamos todos por qué fracasan los países o por qué triunfan otros países que son vecinos de las tierras triunfadoras. Lo hablé hace muy poco señalando levemente algunas opciones. La realidad es que son la salud de las instituciones las que marcan las distancias reales.
Me vengo a España, a la triste Valencia con su DANA, para sacar el tema encima de la mesa, un mes después de su drama. Con sus dolores y sus escasas soluciones.
Seguimos señalándonos con el dedo acusador. "Y tú…, más".
¿Y para qué sirve eso? Jugamos a jugar (jodernos) con la política, como si realmente fuera un juego macabro.
¿Cuánto ha perdido España por el efecto de la DANA en Valencia? Esa cuenta no la sacará nadie. Hablo y me pregunto de TODA España.
Son las instituciones, las leyes y su cintura para ser válidas en amplias situaciones, las que hacen a los países ricos o pobres. A sus sociedades mejores o peores que las de sus vecinos.
Pero en realidad los países no existen, solo existen las personas que configuran los países. Somos lo que queremos ser. El país como concepto es algo abstracto, que depende de cada uno de nosotros.
No estoy hablando de caos, ni de movilizarnos, ni tampoco de esa frase de moda absurda de: "Solo el pueblo salva al pueblo".
Seamos sinceros. ¿Qué es el pueblo? ¿A qué queremos llamar pueblo? Es algo tan abstracto, tan divergente, que como concepto no me sirve de nada. Queda la frase bonita como eslogan, pero poco más.
"Solo los mejores pueden salvarnos de los problemas".
Esta última frase tendría más sentido. No necesitamos tantos voluntarios, sino más maquinaria y más técnicos válidos en todas las materias, desde RRHH y alcantarillado, desde excavadoras o mecánicos o médicos y psicólogos. Ingenieros en reconstrucción y no tenientes generales con amplias referencias de Afganistán.
Yo me pregunto de forma torpe sobre qué habrán sentido los que han perdido casi todo, les queda la vida, cuando hayan leído que los nuevos salvadores de sus problemas son unos militares que lo primero que hacen es actualizarse el sueldo.
Yo no creo que fuera sensato hablar de los sueldos de los nuevos responsables antes de tomar juramento en sus cargos, nadie les ordenaba hacerlo entonces. La torpeza se contagia de forma muy rápida.
Sí, es que en ese momento al menos… no tocaba hablar de eso. Pero lo hicieron y eso supone desafección social y dolor, a continuación violencia contenida y ganas de vomitar. Y a medio plazo empobrecimiento del país.
Si en Valencia ciudad y alrededores hay 800.000 personas viviendo, unas 400.000 son válidas para reconstruir desde sus fuerzas dispares. Pero necesitan maquinaria, gestión de recursos, órdenes organizadas, intendencia y sobre todo moral de trabajar en equipo por todos.
Y para ello tal vez fuera buena noticia mandar a 50.000 profesionales. Son números absurdos para jugar a posibilidades. Lo cierto es que siguen existiendo garajes inundados, comercios sin abrir, miles de personas muy cabreadas. Y se intenta ayudar desde toda España con dinericos. Estamos tontos. Y pobres e incapaces.