No nos enseñan a mentir. Creo que no enseñan a mentir como norma en las Universidades, si acaso en Derecho, pero ni de eso estoy seguro. ¿Por qué pienso que en Derecho sí enseñan a mentir?
Hay muchas clases de mentiras, muchas intensidades y maneras. Las personas, yo creo, no quieren aprender a mentir… o bien por ser pecado para algunas religiones o por tener miedo a que se les descubra en su mentira. O lo que es peor, por no saberle encontrar beneficios al mentir, y sin causar perjuicios a nadie.
Aunque parezca imposible, lo habitual es que una mentira bien elegida no produzca daños a nadie, y para eso sí es necesario saber mentir, haber aprendido a mentir bien y con sentido.
También hay personas incapaces de mentir pues piensan que es siempre muy malo, algo negativo que nos lleva al desastre social. Creo que estas son las menos en cantidad, con diferencia.
Mentir es necesario, pero más todavía saber mentir sin que se note, y sobre todo saber elegir cuando hay que mentir, sobre qué hay que mentir, qué debe sustituir a la verdad, qué tamaño debe tener la mentira, qué verdades deben acompañar a la mentira para compensar.
Odio a esas personas que dice que ellos siempre van con la verdad por delante, que son incapaces de mentir y solo aprecian a los que no mienten nunca. No saben poner en valor una buena mentira y eso es deficiente. Mentir sirve para hacer el bien, aunque no siempre se entienda así.
Hay mentiras piadosas, aquellas que se dicen con la intención de evitar herir a alguien o causar un mal menor. Por ejemplo, decir que un regalo es bonito cuando en realidad no lo es. Son mentiras pequeñas y muy necesarias.
Hay mentiras blancas que siendo similares a las piadosas, intentan no molestar en un momento dado, son pequeñas falsedades que se dicen para evitar situaciones incómodas en donde una verdad haría mucho más daño. Por ejemplo decir: No te vas a morir, pero tienes una enfermedad muy grave.
Luego están las mentiras de verdad, las de peso. Cuando se afirma algo falso de manera activa, sabiendo que mientes con rotundidad. Y en ese paquete están muchas variedades de mentiras. Las que buscan engañar para tener beneficios, las que mienten para fardar o alimentar lo que no se ha realizado, las que buscan cambiar la realidad por ser esta insuficiente o pobre.
Hay unas mentiras que pocas veces contemplamos como mentiras y que son igual de malas si es que son malas. Incluso a veces peores. Serían las ocasiones en que ocultamos información relevante de forma intencionada. Hay que decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad. El resto ya no es verdad.
Hay mentiras patológicas cuando mentir se convierte en un patrón de conducta habitual y dificulta las relaciones interpersonales. Son personas mentirosas por gusto.
Hay mentiras que en realidad son afirmaciones falsas directas y fáciles de detectar.
Hay historias falsas que son complejas y detalladas y que requieren una gran capacidad de invención. Estas son muy complicadas de poder ser descubiertas. Son las que utilizan los delincuentes listos para saltarse las leyes.
Curiosamente hay también medias verdades que por eso son a su vez medias mentiras. Afirmaciones que contienen parte de la verdad pero omiten información crucial para dar una imagen distorsionada de la realidad. Quito un poquito de aquí, añado otro poco de mi particular cosecha, añado agua el vino y punto pelota.
Es verdad que existen mentiras para protegernos, para evitar consecuencias negativas, como castigos o pérdidas. Los niños enseguida aprenden este tipo de mentiras para no dar explicaciones.
Como decía antes, muchas mentiras se utilizan para aumentar el propio estatus o para conseguir algo a cambio. Mentirijillas que se pillan enseguida y que bueno, no son pecado, como casi ninguna de todas ellas.
Y hay mentiras tácticas para controlar a los demás o para obtener una ventaja, o para cambiar una desventaja. Si no quieres hacer algo, te inventas una mentira y la sueltas de forma descarada o tímida, para crearte una excusa que a veces no cuela.