Desde niños nos educaron a los que nos llevaron a comparar folklores, tipologías, colores e indumentarias en el desfile final –y noches de trinchera- en el Festival Folklórico de los Pirineos de Jaca.
Acostumbrado a las actuaciones de la plaza Biscós, luego no me han sorprendido tanto in place las tribus etíopes o del Vietnam que come ocra que se nos disfrazan móvil Nokia en mano y todos en hawaianas a los turistas. Todos amaestrados por los tour operadores.
Para un niño jacetano es un déjà vu, vivido con mucha más autenticidad en las calles de Jaca y Olorón, dejando un año de barbecho. Porque disfrutamos de grupos de casi reductores de cabezas o del ejército ruso y las alemanas del Este las pocas veces que las dejaban salir de sus pueblos, dándolo todo.
Como sucedieron aventuras reales en el principio del festival Pirineos Sur. Una de las ediciones de los 90, unos egipcios de villorrio con papiros que tocaban raros duduks –y que en la Francia de Descartes convirtieron por su bien en “Los Músicos del Nilo” se me cabrearon mucho por no comprarles un instrumento en Sallent, después de la actuación, y preferían dormir al raso y revender las noches que la organización les tenía reservadas en hoteles de Formigal.
Era como si a mi abuelo le hubieran llevado a Armenia o al altiplano de Bolivia a un simposio internacional de tallar raíces de boj y les hubiera querido vender las cucharas y además su navaja oxidada de Saboya, con mango de nácar y apta para degollar lo que se presente por delante –en la guerra del Rif, él o el otro, montañeses y rifeños, todos pastores bereberes-.
Una Olimpiada sin este fondo y con inauguraciones de opereta en que vale más la salsa que los caracoles –el estado calamitoso de las aguas aparentemente limpias del Sena y resto de ríos europeos que nos tendremos que fiar para beber-, con Lady Gaga sin collares de lomo y longaniza y Nadal ejerciendo de Picasso alimentado por la ciudad de la luz para el lanzamiento de su carrera, francés adoptivo, me dio la sensación de representación del complejo de paletos que todos hemos sentido en alguna ocasión de nuestra vida ante la “grandeur”, las avenidas de jardines de Le Notre, el colonialismo, la civilización, el opio y la absenta.
Sin embargo la puesta en escena de la nueva Francia fue la extraordinaria Aya Nakamura, haciéndole sombra la charanga de la banda de vientos republicana. Revelando como Mbappé en el deporte (pero ya desde Thuram y Tigana) que la Galia ya no tiene que importar ni kimonos holandeses, cantantes negras americanas de lindy como fue el caso de Josephine Baker, ni pintores cubistas españoles… sino que el futuro es un polvorín mezclado de los pied noir y los que les sacaron a hostias con De Gaulle mirando para otra parte, de Argelia. Destino la Marsellesa.
París fue liberada de su administrador nazi, que se quería llevar el Louvre, por la acción partisana de los republicanos españoles, la unidad nacional de los republicanos con los comunistas –caso insólito que se acaba de reproducir en Belfast con la salida a la calle como advertencia ante la inmigración desbocada y, en ocasiones, delincuente de católicos y unionistas-, además de por la lucha de zapa de las brigadas de judíos neoyorquinos de los ejércitos de Patton y Montgomery, inmortalmente descrita por Tarantino. Objetivo: liberar a sus primos.
Así que la cara A de las Olimpiadas fue facturada con cultura pop (el house francés es medalla de oro desde Air y Jean Michel Jarre), los ballets y musicales sobre el Sena, el culto a Notre Dame y sus jorobados, y la final de baloncesto USA-Francia, que recoge a todos los americanos y franceses hijos de la esclavitud de Kunta Kinte contra los nietos de los trabajadores forzados de las explotaciones de azúcar antillanas o de Mauricio.
Reflejando el partido nunca a su pesar esa historia de amor derivada de que la independencia USA se basara en la filosofía enciclopedista y el ejército francés de Lafayette, ese complejo americano que arrodilla ante Francia a cada generación culta, menos por su parte judía alemana.
La presunta devoción que reflejan películas como Charada, todo el cine de Audrey cuando va a estudiar pastelería, la repetición de las estancias de Hemingway por escritores americanos o que Nueva York perfumerías presente en París sus novedades, repetida por la monumental Lady Gaga cantando por Édith Piaf, como cuando en la transición española eras un subdesarrollado si no te gustaba Brassens y su replicante Sabina.
En fin, la Estatua de la Libertad presente en las dos orillas de las nuevas columnas de Hércules, y la desconfianza del Pentágono por los topos del MI6, algunos primos ingleses con sus veleidades comunistas. Se entienden mejor con Marchand o Melenchón de Murcia.
Por todo lo expuesto, a mí me ha tenido pegado a la tele e interesado la cara B, geopolítica de secano, de este sarao.
Compuesta porque la selección de waterpolo de Japón solo contraataque a toda velocidad porque en su cultura no vale tocar ni hundir al adversario, el aire fresco a francotirador del tirador friky turco Harry el Sucio, o adobada porque España solo vaya bien en los deportes sin cultura del esfuerzo.
Añadamos la pujanza de los países norte africanos que están sugiriendo a la tercera generación nacida en Europa que defienda los colores de Egipto y Marruecos pero Israel pase desapercibida porque no existe prueba de cálculo mental y haya ido a las pruebas de velocidad con judíos negros etíopes falasha, que los divertidos y alegres australianos hijos de presidarios ingleses sean los que mejor nadan del mundo en una isla-continente, que India destaque en críket y resto de deportes que les dejaron los colonizadores –y en hacer gintonics y cervezas IPA-, que los mexicanos lo que mejor se preparen sea el salto de trampolín por herencia de los clavadistas de las caídas para gringos reflejadas por el cine de Wells en Acapulco, o que los países de los pueblos que vienen del Altai como Irán o Turquía o los azeríes únicamente sigan destacando en todo lo que sea lucha libre, ir a caballo, jugar al baloncesto a lo huno y con pitera, subir peso a pulso y todos sus deportes propios de la consagración de la primavera.
Cómo no que Corea, China, Japón y su sucursal europea, la España de los frikis, arrasen en todo lo que sea concentración, kata, ejecución perfecta y monotzukuri: aquellos deportes que reflejan su condición de estados artesanales.
Resumiendo: con el interés de Italia o los países nórdicos volcado en esquiar y para que España saque 25 medallas nuevas, hay que introducir el cinquillo y toros, novillos, encierros y recortadores y, además, hacer categorías según el peso del picador, prueba independiente de banderillas y, por equipos, de corrida goyesca.
Además de competir en coches, enduro, días de empalmada yendo de marcha, quejarse haciéndose el loco, maratones de festivales, horas de Netflix y pruebas de resistencia infantiles de aguantar extraescolares y para los padres de ver partidos de futbito cada sábado. Echarse en tirolina para aficionados pero pagando, hacerte todo Sobrarbe en bici BTT o acumular todas las maratones solidarias de Zaragoza.
Sin la Rusa imperial, disfrazada de atletas AIN, con Ucrania presentando a crimeos, menos mal que me ha quedado Jokic.
Feo, fuerte, formal, serbio, partisano, de pocas palabras. Ni se molesta en machacar el aro para no perder energía, no salta pero va a la guerrilla como si fuera el invitado de una boda de película de Kusturica. Ni una mala palabra ni una buena acción, tosco, concentrado, nunca difuso, un base de 2.13 metros que lo tiene todo en la cabeza.
Heredero de Cosic, de Radja, de la escuela de baloncesto yugoslavo de Zeravika en Zaragoza que produjo al fino e inteligente Fernando Arcega. Padre e hijo de tus recientes enemigos: los cristianos Doncic y Petrovic, los humanizas porque eres un islote entre dos brazos del Danubio.
Nuestro centinela en las puertas del Islam de la ciudad blanca, este mal bailador, con cara de comedor de carpas del río Sava… Que tu dios ortodoxo te bendiga en los monasterios de Kosovo a los que tendrás prohibido entrar. Kilates de saber hacer y saber estar, sólo te superó Djokovic en una inmortal sesión de último baile en que lo hizo mejor que Federer, ese al que todas quisieron sacar.
Gloria a ti, Jokic, que no eres el yerno perfecto. Querer es saber. No basta con llegar ni poder ni hemos podido, hay que saber ser medalla o, de lo contrario, callar como un serbio, ser mentalmente las puertas de hierro del Danubio.
España no puede presentar a Florentino Pérez, a él no le hace falta mientras Amancio Ortega va con camisas por fuera de su empresa y no hace Galicia. Vivimos en B en la gloria, mirando hacia otra parte, presentado a las elecciones a monigotes de los inteligentes mientras en otras latitudes tuvieron a Tudjman y Milosevic, repartidores de estopa. Ni un chorizo hubiera vendido Revilla sin que hubiera sido a mayor gloria de Serbia.
Nikola, te tongaron el partido contra ese dios menor y centinela antiguo del mundo, superado por los chinos en medallas, que se aprovecha de la desunión de la Gran Europa que entre todos los países arrasamos al resto en medallero.
Yo te canto, Jokic, como lo haría Walt Whitman y tu profeta querido Tolstoi. No te hace falta aspaventar para ser un hombre y un padre como hace Denzel Washington, qué importa la color. América, moralmente second, tuvo que sacar todos los tanques contra un solo mallo. Los que sabes que nos ha impuesto en el frente de Ucrania, Nikola, nieto de Tesla, tú que no pagarías el peaje.
11.08 Luis Iribarren, de final de resaca olímpica
Por todo lo expuesto, a mí me ha tenido pegado a la tele e interesado la cara B, geopolítica de secano, de este sarao.
Compuesta porque la selección de waterpolo de Japón solo contraataque a toda velocidad porque en su cultura no vale tocar ni hundir al adversario, el aire fresco a francotirador del tirador friky turco Harry el Sucio, o adobada porque España solo vaya bien en los deportes sin cultura del esfuerzo.
Añadamos la pujanza de los países norte africanos que están sugiriendo a la tercera generación nacida en Europa que defienda los colores de Egipto y Marruecos pero Israel pase desapercibida porque no existe prueba de cálculo mental y haya ido a las pruebas de velocidad con judíos negros etíopes falasha, que los divertidos y alegres australianos hijos de presidarios ingleses sean los que mejor nadan del mundo en una isla-continente, que India destaque en críket y resto de deportes que les dejaron los colonizadores –y en hacer gintonics y cervezas IPA-, que los mexicanos lo que mejor se preparen sea el salto de trampolín por herencia de los clavadistas de las caídas para gringos reflejadas por el cine de Wells en Acapulco, o que los países de los pueblos que vienen del Altai como Irán o Turquía o los azeríes únicamente sigan destacando en todo lo que sea lucha libre, ir a caballo, jugar al baloncesto a lo huno y con pitera, subir peso a pulso y todos sus deportes propios de la consagración de la primavera.
Cómo no que Corea, China, Japón y su sucursal europea, la España de los frikis, arrasen en todo lo que sea concentración, kata, ejecución perfecta y monotzukuri: aquellos deportes que reflejan su condición de estados artesanales.
Resumiendo: con el interés de Italia o los países nórdicos volcado en esquiar y para que España saque 25 medallas nuevas, hay que introducir el cinquillo y toros, novillos, encierros y recortadores y, además, hacer categorías según el peso del picador, prueba independiente de banderillas y, por equipos, de corrida goyesca.
Además de competir en coches, enduro, días de empalmada yendo de marcha, quejarse haciéndose el loco, maratones de festivales, horas de Netflix y pruebas de resistencia infantiles de aguantar extraescolares y para los padres de ver partidos de futbito cada sábado. Echarse en tirolina para aficionados pero pagando, hacerte todo Sobrarbe en bici BTT o acumular todas las maratones solidarias de Zaragoza.
Sin la Rusa imperial, disfrazada de atletas AIN, con Ucrania presentando a crimeos, menos mal que me ha quedado Jokic.
Feo, fuerte, formal, serbio, partisano, de pocas palabras. Ni se molesta en machacar el aro para no perder energía, no salta pero va a la guerrilla como si fuera el invitado de una boda de película de Kusturica. Ni una mala palabra ni una buena acción, tosco, concentrado, nunca difuso, un base de 2.13 metros que lo tiene todo en la cabeza.
Heredero de Cosic, de Radja, de la escuela de baloncesto yugoslavo de Zeravika en Zaragoza que produjo al fino e inteligente Fernando Arcega. Padre e hijo de tus recientes enemigos: los cristianos Doncic y Petrovic, los humanizas porque eres un islote entre dos brazos del Danubio.
Nuestro centinela en las puertas del Islam de la ciudad blanca, este mal bailador, con cara de comedor de carpas del río Sava… Que tu dios ortodoxo te bendiga en los monasterios de Kosovo a los que tendrás prohibido entrar. Kilates de saber hacer y saber estar, sólo te superó Djokovic en una inmortal sesión de último baile en que lo hizo mejor que Federer, ese al que todas quisieron sacar.
Gloria a ti, Jokic, que no eres el yerno perfecto. Querer es saber. No basta con llegar ni poder ni hemos podido, hay que saber ser medalla o, de lo contrario, callar como un serbio, ser mentalmente las puertas de hierro del Danubio.
España no puede presentar a Florentino Pérez, a él no le hace falta mientras Amancio Ortega va con camisas por fuera de su empresa y no hace Galicia. Vivimos en B en la gloria, mirando hacia otra parte, presentado a las elecciones a monigotes de los inteligentes mientras en otras latitudes tuvieron a Tudjman y Milosevic, repartidores de estopa. Ni un chorizo hubiera vendido Revilla sin que hubiera sido a mayor gloria de Serbia.
Nikola, te tongaron el partido contra ese dios menor y centinela antiguo del mundo, superado por los chinos en medallas, que se aprovecha de la desunión de la Gran Europa que entre todos los países arrasamos al resto en medallero.
Yo te canto, Jokic, como lo haría Walt Whitman y tu profeta querido Tolstoi. No te hace falta aspaventar para ser un hombre y un padre como hace Denzel Washington, qué importa la color. América, moralmente second, tuvo que sacar todos los tanques contra un solo mallo. Los que sabes que nos ha impuesto en el frente de Ucrania, Nikola, nieto de Tesla, tú que no pagarías el peaje.
11.08 Luis Iribarren, de final de resaca olímpica