Esta semana he tenido que hacer un pequeño sondeo en mi barrio, recogerlo y clasificarlo. Más de un centenar de respuestas de vecinos de todas las edades sobre su propia zona de influencia urbana. Aspectos positivos y negativos de su barrio, de sus necesidades.
Y los resultados me han conmovido además de fotografiarme una realidad que por conocida no siempre es tenida en consideración por los que tenemos que gestionar o intervenir.
La sociedad, la gente de la calle, los que vemos pasear por nuestras aceras de barrio, los que van en coche a su trabajo a las cinco de la mañana, los que compran en comercios de proximidad, saben perfectamente qué quieren, qué está bien o mal.
Y si les sabemos preguntar, responden.
Tras repasar todas las respuestas me queda una última pregunta sin responder.
¿Si es tan sencillo saber qué quieren, qué necesitan, sin quejarse ni gritar, planteando opciones básicas y válidas… por qué nos les consultamos más veces?
En alguna respuesta hay incluso dolor personal, es cierto, queja… pero razonada, hay a veces un deseo de meter el dedo en el ojo pero sabiendo todos que responder por escrito no es tan violento como hacerlo en una Red Social en donde creemos que nadie nos mira.
Los políticos tendríamos que leer más veces lo que de verdad hablan los ciudadanos cuando se les pregunta. Y sí, ya sé que los grandes partidos tienen algunas encuestas de este tipo, beben de ellas aunque los ciudadanos no lo sepamos, pues hay muchas formas de saber qué está sucediendo a nivel de calle.
Yo simplemente las multiplicaría. La gente tiene ganas de hablar sin chillar, sin quejarse.