Cuando alguien que ha sido el Presidente del país más importante del mundo (¿de verdad?) es condenado por 34 delitos en un juicio legal y limpio, y en pocas horas recibe casi 40 millones de dólares para que siga en su campaña electoral de repetición de mandato, algo casi inexplicable está sucediendo en esta siglo XXI.
Ser malote triunfa.
Poner cara de bestia, mirar de forma desafiante, advertir que todos van contra uno mismo no por quien es, sino por representar a todos vosotros: siempre mola, funciona bien. Y Donald Trump lo sabe.
No se trata de intentar adivinar el presente, sino de soñar un poco con pesadillas incluidas, y pensar en el futuro. Los EEUU han sido fundamentales para entender la manera de analizar el mundo al menos durante un siglo. ¿Y a partir de ahora?
Hay que tener en cuenta que los EEUU no son uno, sino varios. Son la suma de muy diversas maneras de entender el funcionamiento de un país, de una sociedad, del mundo incluso.
Y que a finales de este 2024 el mundo tendrá que elegir a través del voto de los norteamericanos entre un señor de terminaría su mandato con 86 años, y un señor que lo haría con 82 años. Da la sensación de una cierta decadencia en la forma de encarar los futuros. Ninguno tendrá futuro por delante cuando salga, y eso condiciona.