Parece una pregunta tonta y no lo es. Desde los años 30 del siglo XX, cada vez que gana en unas elecciones la izquierda, si su victoria no viene a continuación de una debacle contundente de la derecha, se produce por parte de esta, una NO aceptación de los resultados electorales. Y a partir de esto, la construcción de un Golpe de Estado de diversa intensidad y grosor. Hay muchas maneras de entender lo que podríamos llamar un Golpe o Golpecito o Empujón de Estado.
La derecha desde hace casi un siglo no acepta de forma natural y deportiva, que a veces se puede perder, como a veces se puede ganar.
No lo admitieron en 1936; tampoco cuando Adolfo Suarez que era de derechas intentó ser levemente socialdemócrata aunque haya que reconocer que en esos años de 1980 y 1981 también empujaron desde el PSOE a no querer reconocer respeto a la figura de Presidente de Gobierno. Y así hasta la fecha.
Podría continuar hasta la actualidad, en donde los ataques hacia la izquierda se pueden dibujar de muy diversas maneras, pero han sido perfectamente planificadas tras el ascenso de Podemos, y otra vez más con ayudas diversas, reconociendo que además de algunos medios de comunicación o de presión mediática, también el PSOE quiso mirar hacia otro lado.
Dicen en mis tierras vitales, que cuando ves las barbas de tu vecino pelar, lo mejor es poner las tuyas a remojar. Y no lo quisieron ver los socialistas que cuando en el verano de 2015 las encuestas apuntaban a un sorpasso de Podemos al PSOE, pensaron en invertir esos datos sin darse cuenta que no era bueno jugar a joderlos a base de descréditos falsos.
La derecha del PP, perfectamente organizada, supo acabar con Podemos, con Ciudadanos, con UPyD pero quedando marcados por el empuje de VOX que los marea y los acompaña dándoles sombra. Efectivamente, la izquierda también ayudó con su acción o sus silencios.
Estamos ya en el 2024, y la sensación es de tristeza. Así que se puede decir que somos un país poco demócrata. Cuando se mezcla y se dejan mezclar ellos mismos, los distintos poderes para medrar, las cosas se pudren. Ha sucedido en los últimos meses con António Costa en Portugal o con Mónica Oltra en Valencia. Sucedió con diversos casos contra Podemos y sus dirigentes.
Quien sale perdiendo es España y los españoles. Incluso diría que Europa no se puede permitir estos lujos de graves errores políticos, en tiempos complicadísimos. Debilitar el Sur de Europa, tiene un precio muy alto, pues aunque gobiernen las derechas, los climas sociales no se calman, excepto que se sepan calmar.
Hablaba antes de las cuatro o cinco opciones que tiene Pedro Sánchez de cara al lunes, y algunas me parecen totalmente equivocadas si finalmente son las elegidas. Yo apuesto (deseo) más por un giro de Gobierno, de timón, incluyendo nuevas personas con un perfil mucho más duro e inteligente en la política de enfrentamiento.
En estos tiempos, observar a ministrxs que acompañan al Presidente con sonrisas en la boca me produce tristeza. No son tiempo de pérdidas de tiempo, de blanduras, de sonrisas, de excesos en las respuestas, no son tiempos de oralidad que ya sabemos que no sirve.
No son tiempos de quedar bien, sino de gobernar y defender la democracia y la paz global. De hablar con los ciudadanos, una vez que se ha demostrado que es imposible hablar con y entre los políticos.
Y aguantar mirando al frente y sin escuchar individualidades que ya han demostrado antes de quien cobran.