Uno de los grandes déficit de la lucha contra la violencia familiar (y perdón por decir familiar y no machista) es la falta de análisis concluyentes para tomar medidas. No es fácil, pero aquí la estadística, junto a la psicología social y la sociología, nos deberían ayudar más… que el cambio de Leyes.
Hemos modificado condenas, leyes y maneras de explicar lo que acontece con la violencia dentro de las familias, pero el resultado no para de crecer o de asustar y preocupar.
Es decir, no ha servido para lo propuesto, simplemente por que los técnicos (y no solo los políticos) no han estado a la altura de lo que se necesitaba…, o no han sido llamados por los políticos para realizar suficientes y válidos estudios.
Al violento (en la inmensa y mayoría cantidad de veces siempre es un hombre) le da igual una condena mayor o menor. Ni le preocupa antes, ni después de sus actos.
Muy al contrario, si piensa en una condena muy alta, opta por saltarse la condena con el suicidio, y a su vez cuando ya tiene decidido el final, lo amplía a más elementos de su familia.
Desgraciadamente estos datos hay que estudiarlos muy bien, si queremos realizar cambios que sean efectivos. No solo crear un Libro de Análisis de 300 páginas, sino seguir trabajando con los datos sociológico e incluso antropológicos de forma constante.
En estos últimos meses de siete niños asesinados por sus progenitores en España, cinco han sido en una zona concreta de nuestro país. El 71% de los hechos en España han acontecido en una zona con el 16% de los habitantes. Insisto, son solo indicios pequeños.
No es un número suficiente para sacar conclusiones, pero podría ser (o no) una primera pista para encontrar motivaciones. Los climas de violencia y tensión se contagian también.
Hay que meterse en la cabeza del asesino, pero no solo en el momento de su cruel decisión, sino intentar retroceder un año para ver qué se cuece en sus decisiones hasta la cruel decisión final.
Qué les sucede en sus formas de entender los tiempos y los hechos que les afectan, para encontrar posibles modificaciones sociales de comportamiento global.
Es un trabajo de campo tremendamente triste y duro, pero hay que tratar de adivinar las conductas de las personas antes de que sean inevitables sus consecuencias.
Trazar perfiles de personas y de problemas, que llevan a decisiones.
Analizar en qué nos estamos equivocando de forma individual y colectiva, para que un serio problema crezca en cambio de disminuir con las últimas medidas tomadas.
Quedarnos en que ya sabemos los motivos de estos asesinatos no es suficiente. Lo sabemos a posteriori. No sirve de nada el después, hay que trabajar el antes.
Claro que lo sabemos, pero tarde, y sin que sea posible actuar para evitarlo a nivel colectivo e individual.
No hay una sola causa, pero es verdad que sí hay un contagio, una banalización por parte de los asesinos de matar para hacer daño y para demostrar sus razones.
Por cierto, los hijos no son nuestros. Son de ellos mismos. Y después son de la sociedad. Y en tercer lugar de nosotros los primogenitores. Y eso es también algo que hay que explicar en la sociología de algunos países, de algunas culturas.