En las últimas semanas hemos ido caminando sobre el riesgo de ruptura en España con un aumento de los insultos sin medida, que dan como poco mucho respeto y algún temor.
Hablo de los titulares de los Telediarios, pero a su vez de Plenos Municipales de barrio para que sepamos que todo se ha contagiado ya, y de algunas declaraciones de concejales o Vicepresidentes de Aragón, de provocaciones como la rotura de programas, que son justificados desde otros partidos como ejercicios dentro de la libertad de expresión.
También tenían la misma libertad de expresión los que en antaño provocaban guerras mundiales y las tienen los que las provocan ahora y las quieren seguir manteniendo a costa del sufrimiento de medio mundo.
Hoy se hablaba ya, desde personas mucho más preparadas e informadas que yo, de lo que vengo diciendo aquí desde hace unos meses.
Las guerras no se acaban cuando se firma la paz, pues dejan dolor, odios inmensos, armas repartidas e infancias que crecen desde esos odios y dolores.
Ya se habla sin tapujos de un posible crecimiento —en el futuro cercano— del terrorismo, que crecerá tras los dolores de las guerras, del hambre, del odio entre religiones y culturas. Siempre ha sido así, y no es fácil que lo consigamos cambiar.
Me vuelvo a España.
Hoy el Ministro de Transportes —que se apellida como yo y eso me indica por su procedencia castellana que algo de familiar tenemos en la sangre vieja— hablaba de templar los nervios, o como decimos por mis tierras "templar gaitas".
Debemos dejar de estar siempre cabreados pues no ayuda a encontrar soluciones.
Estamos cometiendo tantos errores de bulto, todos y todas, que vamos camino del caos que suele ser la puerta de entrada a la estulticia colectiva. Y esa es siempre peligrosa.
Julio Puente.