Cuando un sistema democrático y un país son incapaces de detectar los errores que estamos viendo en España, está condenado a su propia debilidad que va creciendo y por consiguiente en el futuro… a su destrucción. Leamos la historia de España o de Europa de los años 30 y lo entenderemos claramente. Nada de esto es nuevo.
Lo sucedido este fin de semana con el muñeco de Pedro Sánchez, ahorcado y apaleado por una masa de personas, traspasa de lejos todo lo que se puede consentir en cuanto a derecho a la crítica, derecho a la manifestación o derecho a la discrepancia.
No es asumible que permitamos que grupos organizados, presuntamente alimentados desde partidos políticos que se sientan en el Congreso de los Diputados, sean capaces de cometer estas fechorías y que desde el sistema democrático no seamos capaces de defendernos de ellas.
Y cuando hablo del sistema democrático como responsable por torpeza o literalmente por idiotez, hablo de todo el sistema democrático, también de los que guardan silencio, también de los que se creen que esto les beneficia o también de los que se creen que esto perjudica al que atacan.
La debilidad del sistema democrático radica precisamente en su forma y en su fondo de ser, porque se cree a veces que todo es válido mientras venga de las personas que libremente utilizan la democracia y el derecho de expresión o el derecho de opinión.
Y esto no es cierto, cualquier sistema democrático es débil y hay que estar siempre y constantemente defendiéndolo porque si no lo hacemos al final lo que sucede es que se lo comen a bocados aquellos que lo utilizan para imponer sus métodos que no son democráticos.
A lo largo de la historia hemos tenido ejemplos clarísimos de dirigentes políticos de países de sistemas políticos que han utilizado la democracia para auparse al poder y una vez obtenido destrozar la propia democracia.
No podemos olvidarnos que Hitler, Mussolini, algunos dirigentes americanos o incluso el propio Franco, fueron capaces de empezar su vida política o militar desde las posiciones democráticas de gobiernos a los que decían reconocer y contra los que luego lucharon destrozaron y cambiaron de forma violenta.
Mucho cuidado con consentir que partidos políticos legales alienten de forma activa o incluso de forma pasiva, y sobre todo que organicen estos actos sin que lo parezca a simple vista. Que la violencia esté en las calles desde diversas formas siempre es un grave peligro pues siempre la violencia crea más violencia y cualquier acción crea siempre otra reacción.
Por cierto, el papel de algunos medios de comunicación es además de indecente y torpe, claramente peligroso. Y lo alentamos con su consumo, sin darnos cuenta de lo peligroso que es adentrarnos en estos espacios violentos.