18.1.24

Cataluña Carlista. Revisited


Como a mí me obligaba a confesarme mi abuela paterna en Navarra, que siempre consideró a mi madre una inferior bárbara y levantisca aragonesa (no tenía ni puta idea de qué era Jacetania siendo vecina, aplicable a los roncaleses), desde niño viví como un insulto y una mirada diferente, y me sentí charnego, la de mi familia navarra carlista.

Misa, comunión, bienquedismo, testamento ante párroco, funeral con coral, orgullo navarro, aunque en mi casa materna siempre se comió en tiempos de autarquía y mi padre, hijo de indiano arruinado, ni pudo estudiar, ni aguantó como seminarista en Estíbaliz, ni le llevaron a Pamplona –hoy los carlistas la llaman Iruña- a mirarle su enfermedad de nacimiento auditiva, ni cuando se casó y mi madre lo lleva a fuego, le dieron una perra. Se acuerda de que cumplieron con un juego de comedor de los que nadie usa. Cuando mi padre con mi tío estuvo durmiendo diez años al raso y era un animalico que comía pocas cosas para levantar un embargo, sumemos a todos esos “ni” que tampoco comía. Echaban tres huevos para siete hermanos en una fuente y había que ser o rápido o Caín. Todo esto parecen cuestiones universales, porque las ha escrito Cormac McCarthy.

Cómo serán los navarros que, a pesar de lo narrado, el orgullo de mi padre le hizo hacerse del Hogar Navarro de Zaragoza donde ganaba, modo falso looser, los campeonatos de mus con un ingeniero de la papelera Sarrió de Montañana, de origen Leitza. Persona para mí imborrable pues fue a la única a la que le tuve confianza para pedirle trabajo cuando terminé Derecho y se comportó como Iñaki Perurena. Como un poeta levantador de piedras, fue un bertsolari de los recursos humanos y si llego a querer hacer papel como maniobrero, entro.

¿Carlismo para bien puede haber?

Siempre recordaré que cuando pasaba a Sangüesa como adolescente, a fiestas y encierros y eso, no llegaba a comprender yo, entonces ya un rojo republicano por convicción y sin antecedentes familiares, de dónde venía la tradición del Olentzero, por qué mis sobrinas iban a una ikastola en la Navarra media, o se colgaba en la Vuelta Ciclista a España del balcón del Círculo Carlista, del que formaba parte mi abuelo, una segunda pancarta de meta volante en euskera. Con alguno de mis primos ya afectados por infectados por Jarrai y el Nafarroa oinaz o el Presoak etxera, vividos al final en carne propia. A mí me parecía un rollo a lo Charles Manson, que eran profetas por víctimas y se lo cobraban en seguidoras con Kortatu a los coros.

Porque si les hablabas con un discurso internacionalista, atención que entonces oficiaba el maestro Anguita (aquel faraón del discurso) les crujías su argumentación que era muy simple: Jaungoikoa eta lege zarrak, Dios en lo alto y fueros por lo bajini y no por lo Coppini nunca, ah tontos…

Y pasando las fronteras de Aragón no se sentía como decían ellos ni a Madrid ni siquiera a Aragón ni a la Guardia Civil, la represión en los controles de Puente la Reina por ellos era causada y uno se sentía y siente vacío, ácrata, impotente pero con libertad de expresión. Orgullo en la pobreza, es la frontera entre el Uruguay de Mujica y el Brasil del sur rico de Bolsonaro.

La derecha catalana demanda la misma mierda, y tienen hasta razón de llorar para mamar porque sí que hay agravios comparativos constitucionales.

Pretenden imponer a toda su sociedad ser racistas y clasistas a cara destapada, llevar el agua del Ebro a Barcelona porque desde el desconocimiento dicen que Zaragoza no sabe qué hacer con ella cuando desborda el cauce y no pasa en silencio por el Pilar –sus élites que invierten en Aragón bien saben lo contrario-, se aprovechan de la falta de discurso foral o siquiera federalista aragonés. De la falta de aragonesidad, conformadora de Corona, de los políticos zaragozanos y turolenses; Huesca y los aires de Francia siempre la incómoda y almogávar excepción.

Ahora han sacado en la última negociación purgar su población de pakistaníes a los que ya permitieron ser mayoría poblacional en el conocido caso de Salt (banlieu de la Girona sublimada como cuna de Cataluña) y antes llamaban sus vecinos, van alargando tuberías secundarias (gran libro de Pisón) aprovechando la coyuntura para llevar agua del Bajo Ebro a Barcelona –cuestión que sería hasta normal dado que no llueve sino en el Pirineo Occidental con la adecuada compensación-, comose van a favorecer de la energía verde producida en Teruel como lo hicieron de la producción de cerdo con la que saturaron Huesca oriental, volviendo en lo demás al feudalismo.

Los principales historiadores del arte han visto a Gaudí como principal orgullo y fundamento de la “renaixença” artística y cultural catalana. Como a Dalí lo tildan de autor inclasificable, no inscribible en el modernismo por su componente místico, por la vuelta de su arquitectura a formas propias de la espiritualidad africana y remate de la propia bien de cruces, con la Pedrera como montaña de Montserrat en el Passeig de Gracia. En fin, por su condición de chamán carlista anti liberal, tuvo una romántica muerte atropellado por la modernidad.

Es un enroque sobre enroque histórico el de Junts; pidiendo competencias para una limpieza de la inmigración, la que sabemos que piensan que es interior y exterior. Por otra parte normal cuando puedes haber recibido financiación del zar de Rusia que para legitimarse ha vuelto su mirada a que lo bendiga su iglesia ultra ortodoxa, pero acusa de nazis a los ucranianos, que son los catalanes de su hinterland.

Sería el momento de devolver a los políticos indepes de secano, los que aspiran a una Cataluña pan navarra, la imagen de cobardía que respecto de Companys y la izquierda republicana dejó inmortalizada Orwell en “Homenaje a Cataluña”.

Pero quizá lo más oportuno y de mayor sentido del humor sea ofrecer otra mirada desde fuera más reciente, la de Paul Theroux a finales de los años 80 en su primera visita a España.

El principal rasgo que destaca de los barceloneses es su facilidad para la expresión del afecto, lo dados al abrazo y cariño que percibió que eran, la manifestación pública de la intimidad. Hoy vería que se han vuelto selectivos y se están cansando de ser buenistas si el inmigrante vota libremente.

Destaca del personaje Dalí, una de las manifestaciones de genio catalán, cómo en su obra aparece la iconografía española de toreros, religión, fetichismo y erotismo exacerbado pero tratado con un inequívoco sentido del humor, siendo sus crucifixiones extrañas mezclas entre la piedad y el erotismo. No vemos excepto en Boadella esa continuación de la tradición cultural catalana sino una vuelta al gótico plomizo.

El autor expresa que nunca ha viajado por un lugar en que se quiera hablar menos de pasado, incluida Cataluña. Lo relaciona con que los españoles nos quejamos por detrás pero no fuimos capaces de derrocar en vida al tímido pero paternalista y controlador Franco, con su ansia por ser adulado. No llega a percibir hasta qué punto todos los cuadros de la democracia, incluso en opciones nacionalistas o socialistas, provenían de ese magma. Que se vendieron y negaron su propia memoria histórica, pero ya los ha retratado Chirbes porque aún están vivos… Y son los padres de todos éstos… Los que se supieron responsables de que Franco continuara en el poder pero hoy se excusan en que no les dejaba ¿un solo y pequeño homínido gallego? hablar euskera en la escuela… Sí, pero negociasteis porque os compró como a Puyol que no bombardearan Bilbao mientras que Aragón quedó arrasado por unos y otros.

Por último, Theroux ofrece una imagen de los españoles sin excepción como moderados, sabios por prudentes en su relación con el alcohol, no agresivos en público pero, al mismo tiempo, un pueblo torturador de animales y no solo de toros. Un pueblo que ha desarrollado un arte de mirar con distanciamiento aristocrático pero atención de chismorreo el mero hecho de que una persona se caiga por la calle sin levantarla y que miraba al bies, ¿ha pasado eso a mejor vida?, la pornografía más bestial y chabacana, que se vendía al lado de los chicles y El Caso, y todos lo hemos vivido, en Tarragona o en Pamplona.

Pero, como dice un mallorquín entrevistado por el gran periodista y viajero americano, con Franco no fuimos tan libres como ahora pero había trabajo y turistas, y cuando hay trabajo uno no hace preguntas. Y si no lo hay, las hace. También se las hace a la Iglesia Católica, aunque tenía más poder entonces (cuestión que niegan las actuales negociaciones en Waterloo).

Así que Cataluña y su élite política, por suerte vuestra o desgracia, ¿tan diferentes sois, hermanos de río compartido y que necesitáis? ¿Será vuestra solución para volver a reír el misticismo y el carlismo?

16.01 Luis Iribarren