Las guerras son para matar, para crear miedo, para destrozar y vencer. O para morir. No tenemos dudas casi nadie. Y los ejércitos aprender a utilizar las armas precisamente para esos cometidos, y para enseñar a otras personas civiles en caso de problema, a que sepan matar también.
Las fábricas de armas, estén en Zaragoza, Corea del Norte o en los EEUU, fabrican armas y explosivos para matar. No son para hacer piruletas ni para lograr croquetas de merluza.
Es lógico, lo tenemos asumido y con eso vamos tirando por la vida. Cuando vemos un desfile militar tenemos que asumir que están preparados para matar. Nada más que eso. Nos dicen que para defendernos, pero no nos cuentan que hay otros ejércitos o muy lejos que están preparados para lo mismo, y eso sin contar que en España somos muy dados a matarnos entre nosotros mismos.
Mi padre estuvo en una guerra, le tocó. Nunca quiso hablarnos de aquello. Nunca. Leves pinceladas de anécdotas suaves. Me/nos imaginábamos el motivo. En la imagen que vemos arriba se observa esta semana de Navidad como una excavadora tiene que ir enterrando a los muertos metidos en bolsas de manera apresurada pues hay muchos esperando.
En realidad es como tirar la basura. pero dentro de esas bolsas azules van personas, iban más bien personas, que tenían un futuro. Y una familia. Y los que observan se están quedando afectados de un odio vírico que se contagia.
Nunca he entendido bien esto, la torpeza de alimentar guerras que simplemente alimentan a guerras del futuro. Es como hacer una cardioversión. Te quedas bien, como nuevo, te han apagado el corazón un segundo y vuelves nuevo. Bueno… nuevo hasta la siguiente vez que necesites otra cardioversión.