Vivimos tiempos desafiantes para comprender el presente y aún más complicados para vislumbrar el futuro de España. Algunas decisiones de un Gobierno que parece poco receptivo a escuchar a sus ciudadanos no son de mi agrado, y resultan difíciles de asimilar.
En política, la estética también cuenta: las formas y maneras de tratarnos y relacionarnos entre todos son importantes. Estos aspectos son fundamentales para comprender la dirección que tomamos como sociedad.
La falta de transparencia, los secretos y la ausencia de explicaciones claras convierten a las democracias consolidadas en espacios de manipulación.
Quienes ostentan el poder lo hacen —al menos en teoría— porque así lo hemos decidido la mayoría. Por lo tanto, se nos debe una explicación clara en las decisiones significativas, ya que su poder y representatividad provienen de nosotros. Entregarnos el silencio o explicaciones escasas y premeditadas en sus cocinas de Comunicación, no favorecen la confianza en nuestra democracia.
Yo estoy a favor de la amnistía y lo he dejado dicho mucho antes. Pero no así.
Quienes ostentan el poder lo hacen —al menos en teoría— porque así lo hemos decidido la mayoría. Por lo tanto, se nos debe una explicación clara en las decisiones significativas, ya que su poder y representatividad provienen de nosotros. Entregarnos el silencio o explicaciones escasas y premeditadas en sus cocinas de Comunicación, no favorecen la confianza en nuestra democracia.
Yo estoy a favor de la amnistía y lo he dejado dicho mucho antes. Pero no así.
Los precios de lo que adquirimos también importan. Una ley tan crucial para la salud democrática de España no puede surgir como un simple intercambio de favores.
Es imperativo discutirla, reflexionar sobre ella, negociarla entre diversos sectores y, lo más importante, someterla a votación al menos en el Congreso de los Diputados cuando no entre todos los españoles. Especialmente cuando muchos ya piensan que dentro de la Ley hay cuestiones laterales que deben abordarse con reflexión.
Nos enfrentamos a un futuro que, de manera engañosa, nos presenta una dicotomía entre la ultraderecha y el socialismo de Sánchez. Sin embargo, hay muchos matices en todos los territorios e ideologías de la España actual. Y los que representamos estos matices no podemos ni debemos permanecer en el silencio ni admitir que no hay otras opciones.
Es innegable que el PP ha cometido errores tácticos al aproximarse a su contrincante VOX, y el PSOE como partido parece estar adormecido desde el abrupto despido de Pedro Sánchez en 2016. Aunque dimitió en ese momento, sabe que repetirlo ahora es imposible.
Ante la disyuntiva de pensar si Pedro Sánchez es ineficaz o si busca pasar a la historia envuelto en torpezas que cree se olvidarán con el tiempo, me inclino por la segunda opción. Pero es un error y un gran riesgo.
El precio social que España tendrá que pagar por estas semanas será complicado de asumir, pues incluso si la futura Ley de Amnistía, que aún desconocemos en sus detalles, es impugnada ante el Tribunal Constitucional, ya habrá generado daños colaterales difíciles de reparar.
La historia, casi siempre, se escribe a base de errores, algo similar al ajedrez, donde gana quien comete menos equivocaciones y acude a la partida mejor preparado.
Es imperativo discutirla, reflexionar sobre ella, negociarla entre diversos sectores y, lo más importante, someterla a votación al menos en el Congreso de los Diputados cuando no entre todos los españoles. Especialmente cuando muchos ya piensan que dentro de la Ley hay cuestiones laterales que deben abordarse con reflexión.
Nos enfrentamos a un futuro que, de manera engañosa, nos presenta una dicotomía entre la ultraderecha y el socialismo de Sánchez. Sin embargo, hay muchos matices en todos los territorios e ideologías de la España actual. Y los que representamos estos matices no podemos ni debemos permanecer en el silencio ni admitir que no hay otras opciones.
Es innegable que el PP ha cometido errores tácticos al aproximarse a su contrincante VOX, y el PSOE como partido parece estar adormecido desde el abrupto despido de Pedro Sánchez en 2016. Aunque dimitió en ese momento, sabe que repetirlo ahora es imposible.
Ante la disyuntiva de pensar si Pedro Sánchez es ineficaz o si busca pasar a la historia envuelto en torpezas que cree se olvidarán con el tiempo, me inclino por la segunda opción. Pero es un error y un gran riesgo.
El precio social que España tendrá que pagar por estas semanas será complicado de asumir, pues incluso si la futura Ley de Amnistía, que aún desconocemos en sus detalles, es impugnada ante el Tribunal Constitucional, ya habrá generado daños colaterales difíciles de reparar.
La historia, casi siempre, se escribe a base de errores, algo similar al ajedrez, donde gana quien comete menos equivocaciones y acude a la partida mejor preparado.
Ajovín