Avanzado ya el año 2023 hemos entrada ya de lleno en la llamada IA, esa Inteligencia Artificial que no sabemos qué significa pues ya estaba entre nosotros desde hace bastantes años, hasta que ahora parece que ha aprendido a ir haciendo más cosas tontas para demostrarnos que le tenemos que empezar a tener un cierto cuidado.
Sobre todo por que empieza a realizar cosas que ya no son tan tontas. Ya es capaz de escribir artículos temáticos sobre cualquier asunto ante una orden verbal nuestra. Y aunque de momento también hemos inventado máquinas o programas que son capaces de detectar esos usos, hay ciertas maneras para saltarse esos controles.
Es capaz también de diseñar logos, campañas publicitarias con objetivos concretos y definidos, crear imágenes o cambiar imágenes, corregir artículos sin intervención nuestra, empezar a tomar decisiones por nosotros como consumidores de esa IA, pues la hemos programado para que vaya haciendo trabajos por nosotros de muy diverso tipo, sin valorar muy bien, todavía, hasta dónde pueden llegar esas opciones para las que la hemos programado.
Incluso he visto opciones para que un texto tuyo, propio, te lo corrija con arreglo a la forma de expresión de cualquier otro escritor famoso. Yo escribo un relato mío y le digo a la máquina que me lo corrija y cambie como si lo hubiera escrito Francisco Umbral, Camilo José Cela o Gloria Fuertes.
En realidad todo el miedo que empieza a surgir se basa en intentar adivinar hasta dónde nos irá quitando nuestro trabajo, o lo que es muy parecido: ¿Qué haremos nosotros cuando ya no haya trabajo para repartir, pues gran parte de él lo harán máquinas creadas por nosotros?
Es curioso que hayamos creado procesos artificiales para crear Arte, para hacer de periodistas, para cocinar, pero en cambio no hemos logrado crear máquinas que sean capaces de ponerse a construir un edificio de 14 plantas simplemente tras entregarle un terreno vacío y unos planos digitalizados. Allí seguimos necesitando encofradores, albañiles, fontaneros y electricistas.
En realidad todo el miedo que empieza a surgir se basa en intentar adivinar hasta dónde nos irá quitando nuestro trabajo, o lo que es muy parecido: ¿Qué haremos nosotros cuando ya no haya trabajo para repartir, pues gran parte de él lo harán máquinas creadas por nosotros?
Es curioso que hayamos creado procesos artificiales para crear Arte, para hacer de periodistas, para cocinar, pero en cambio no hemos logrado crear máquinas que sean capaces de ponerse a construir un edificio de 14 plantas simplemente tras entregarle un terreno vacío y unos planos digitalizados. Allí seguimos necesitando encofradores, albañiles, fontaneros y electricistas.
O no, pues ya se hacen casas de una planta en materiales sintéticos y por impresión en 3D.
Enseguida la duda viene a nuestra ayuda. Los trabajos que quedarán por necesitar manos de obra humana serán mucho más valorados.
Enseguida la duda viene a nuestra ayuda. Los trabajos que quedarán por necesitar manos de obra humana serán mucho más valorados.
Si seguimos necesitando a una persona para que venga a meter la mano en nuestro WC para limpiarnos la mierda atascada, el sueldo de esa persona será brutal. O lo desearán hacer todos, pues podría ser el único trabajo real que quedara. Se acumulan las dudas.
No es cierto que en la medida en que vayamos sustituyendo nuestro trabajo real y de esfuerzo por trabajos realizados por IA vayamos a disponer de más ocio, de más tiempo libre.
No es cierto que en la medida en que vayamos sustituyendo nuestro trabajo real y de esfuerzo por trabajos realizados por IA vayamos a disponer de más ocio, de más tiempo libre.
Serán un tipo de trabajo los que poco a poco irán desapareciendo, como ya estamos viendo, mientras que otros se mantendrán y se tendrán que cotizar de otra manera.
Pero con todo, nos queda sin responder la gran duda. Si hacemos crecer el pelotón de los desempleados, aunque les intentemos pagar subsidios para que sobrevivan, dispondrán de excesivo tiempo libre y si no se sabe gestionar esto bien…, ¿podrían terminar creando disfunciones violencias?
Pero con todo, nos queda sin responder la gran duda. Si hacemos crecer el pelotón de los desempleados, aunque les intentemos pagar subsidios para que sobrevivan, dispondrán de excesivo tiempo libre y si no se sabe gestionar esto bien…, ¿podrían terminar creando disfunciones violencias?
Millones de personas sin trabajo y cobrando lo justo, son un peligro social. Estar sin trabajar y vagos no siempre compensa a nivel de comportamiento social.
Por otra parte nos queda la duda de adivinar en donde vivirán todos estos millones de personas que sin empleo puedan sobrevivir de trabajos esporádicos y ayudas públicas, si las hay.
¿En grandes ciudades cada vez más deformes?
Por otra parte nos queda la duda de adivinar en donde vivirán todos estos millones de personas que sin empleo puedan sobrevivir de trabajos esporádicos y ayudas públicas, si las hay.
¿En grandes ciudades cada vez más deformes?
¿Volverán al mundo más despoblado, al mundo rural para compensar la falta de trabajo industrial y rellenar sus ingresos públicos con el autoconsumo?
¿Organizarán nuevos tipos de sociedades más cerradas y vigilantes de su auto cuidado?
¿Cómo serán los núcleos familiares en esos nuevos modelos de sociedad en donde el tiempo del día a día sea tan diferente al de estar atado a un horario fijo de 40 a 50 horas semanales de ocupación obligatoria?
Tampoco sabemos hacia donde caminamos, no nos cabe hoy el empezar a pensar que todo será peor, nos tendríamos que conformar de momento con admitir que será diferente.
Tampoco sabemos hacia donde caminamos, no nos cabe hoy el empezar a pensar que todo será peor, nos tendríamos que conformar de momento con admitir que será diferente.
Como siempre lo ha sido si lo analizamos por bloques de un siglo hacia otro siglo. Con la salvedad que en este siglo XX e inicio de este siglo XXI, como todo se está acelerando brutalmente —o eso nos parece al menos— somos capaces de admitir y absorber muchos más cambios por década.
Posiblemente seamos en estos momentos (seguro), las gentes de unos 60 a 70 años de edad, la que más cambios hayamos visto en toda la historia de la humanidad en nuestras pocas décadas de vida.