Es curiosa la facilidad de adaptación de algunos políticos, con sus propias realidades y con sus propias palabras. El caso de Extremadura es para dar en las universidades de Ciencias de la Comunicación.
Hoy digo una cosa y le pongo mucho énfasis, y mañana incluso creyendo que soy muy importante, tengo que decir otra totalmente distinta, cambio de opinión y acepto lo que me venga, pues tengo que obedecer.
Nadie se plantea que existe la opción —en política no en la vida— de dimitir y seguir el camino pero con la tranquilidad personal de la coherencia.
Sabemos que va a ganar el PP, no por ser el mejor, sino porque ahora lo que manda es ir en contra de alguien. Y en ir en contra de alguien, gana por goleada como sujeto a batir un Pedro Sánchez ya poco creíble.
Recuerdo que en las municipales de Zaragoza, en el debate muy seguido en la televisión aragonesa, una persona salió perdedora de forma casi estrepitosa. No demostró tener altura ni capacidad de respuesta, ni hacia sus contrincantes ni hacia ideas para la ciudad que es la cuarta de España.
Y salió vencedora en las votaciones. Lo cual además de esa demostración clara de que las Campañas están ya vendidas, nos hace dudar sobre si estamos haciendo bien o mal, al elegir a quien elegimos.
La Historia (con mayúsculas) la escribimos todos y todos los días. Al menos en el último siglo. Si repasamos los libros de historia con carácter crítico, observamos enseguida que aquellas decisiones de un lunes se notaba que iban a crear reacciones un viernes.
Ahora es muy sencillo comprenden en el análisis los motivos que llevaron a todos los conflictos y que se podrían haber evitado. Pero no se evitaron.
Ahora sucede lo mismo. Tenemos que decidir lo que nos salga del papo, y lo curioso es que casi todos sabemos qué va a suceder. Pero es que según la mayoría, necesitan que suceda.
Así que sí, sucederá…, y lo iremos viendo. Los ciudadanos en Democracia siempre deciden ellos, incluso aunque creamos que no. Solo está desinformado el que quiere estar desinformado de fábrica.