El esperpento sucedido ayer en Madrid, impidiendo a un ministro de España estar en un desfile en la Fiesta del Dos de Mayo en Madrid, es todo un ejemplo de lo imbéciles que podemos ser en la política, y lo peligrosos que son algunos con sus gestos y sus faltas de respeto, capaces de hacer el ridículo con una tontería pero que demuestran no tener medida ante nada.
Las imágenes han dado la vuelta al mundo, demostrando que somos incapaces de entendernos, y de que estamos jugando a la crispación con la sociedad.
Vamos a jugar a odiarnos, que algo queda.
Ayer media España estaba con Ayuso y media España con Bolaños. Solo nos faltaba que nos dieran armas para explicar nuestras razones, las de unos y las de otros.
Alguien debe parar la pelota en mitad del campo de juego, pedir tiempo libre, irse a la caseta todos los jugadores y poner una nueva clase de políticos… y es posible que en eso estemos los españoles.
Desgraciadamente para mis ideas, yo sí sé quien tiene cada vez más opciones. Por cierto, somos muchos los que sabemos de qué manera se debería haber resuelto esto, ayer mismo, por la tarde noche.
Quedar en ridículo es el mayor de los ridículos y la muestra más clara de pérdida de poder.