La Moción de Censura de Tamames contra el actual momento político y social de España es mucho más que un esperpento que ataca la democracia en España. Es mucho más que un error democrático que estamos soportando con mezcla de dolor y cinismo.
No es aunque se diga, una Moción de Censura más de VOX contra la izquierda en España. No, creo que no deberíamos ser tan tontos. Es mucho más. Y eso es lo penoso.
No han utilizado a la figura de un excomunista por casualidad. Tampoco es casualidad que el líder del PP no haya querido asistir de alguna manera negociada. Nunca nada en política es casualidad.
Vamos camino de mal, del hundimiento por culpa de muchos, o mejor dicho, por culpa de que no hay casi nadie que diga que así no, que hay que defender lo que entre casi todos quieren tumbar, muchas veces sin darse cuenta.
No se trata de modernidad, de cambios inevitables. Muchas veces las reformas tienen que poseer su propio tempo, su cadencia, su asimilación. Hay que pulsar a la sociedad, pues si nos equivocamos, todo se puede hundir, como la historia nos repite de vez en cuando.
No me ha gustado nada lo acontecido, más como representación teatral que como acto democrático que sirviera para algo. Muchos no saben, no quieren recordar lo que era ver el Congreso o las Cortes, vestidas de azul o de caqui.
Los colores no importan, pero el futuro sí. Y creer que está todo asentado es un claro error del que parece mentira, la izquierda en España parece no aprender. Muchas veces el mayor desprecio es precisamente no hacer ningún aprecio al tonto inútil y manipulado.