Era el 25 de marzo del año 1996 cuando la Unión Europea recomendó la prohibición de las exportaciones de vacuno británico y sus productos derivados para intentar evitar la expansión del “mal de las vacas locas”, la encefalopatía espongiforme bovina, una enfermedad que nos llegó a España, a Lugo, cuatro años después.
Una enfermedad con una curación muy complicada que además de causar un gran temor y un cambio en nuestras costumbres de consumo alimenticio, provocó na serie de controles que en muchos casos todavía continúan.
Curiosamente la revista de humor El Jueves en su número de principios de abril de 1996, ya dedicó un número al Mal de las Vacas Locas, recién admitido por Reino Unido, y sin saber que aquel problema se expandiría por medio mundo.
El motivo de esta enfermedad, que de las vacas pasó a los humanos, no es un virus sino la alimentación equivocada de los animales en las granjas, al darles harinas de origen animal que no se sabía bien qué contenían. Se creaban unos "priones", unas proteínas modificadas que afectan al cerebro de quien las asume por la alimentación.
Dicho de forma sencilla, es como si animales muertos, incluso otras vacas sin detectar los motivos de su fallecimiento, se hubieran triturado para ser convertidas en harina y luego fueron dadas esas harinas y piensos a comer a otras vacas. Suena a barbaridad, pero aproximadamente esto es lo que sucedió.
La enfermedad volvía locas a las vacas, y en la viñeta vemos a una hamburguesa saltando sobre la mesa, como ejemplo del miedo que en aquellos años se creó con ciertos tipos de carne.