Estamos agrios, violentos incluso, se contagia ser ásperos y malhumorados, pues nos estamos volviendo incapaces de entender la vida en sociedad, compleja, y para lo que se requiere algo de suavidad, de vocación en ser algo más humanista.
Hace unos días intentaba entenderme con una profesional de la atención a la sociedad, una persona que trabaja en una profesión hoy casi agotadora, la Sanidad, y para la que se requiere mucha vocación.
Lo malo de mi conversación no radica en que ella no quisiera entender —no lograra yo hacerla entender— que hay profesiones que a veces son complejas, sino que entendiera que como la suya hay muchas y solo en la suma de todas las personas logramos que esto funcione bien.
Esta profesional es médica y no desea admitir que los pacientes son sagrados, sobre todo los más débiles. Lo puede decir o disimular con palabras pues tampoco se atreve a decir que los pacientes son ya como clientes, pero los hechos que adopta en algunas decisiones que yo le critiqué no sirven para entender eso. No, no soy su paciente, pero sí tengo responsabilidades.
A nadie se le obliga a ser médico, ni fontanero, militar, bombero o fresador. Somos libres de entrar en una profesión y de salirnos de ella. Pero para algunas se necesita vocación y en mucha cantidad.
A ningún médico le agrada trabajar 10 horas todos los días, pero a veces hay que hacerlo pues hay tiempos muy complicados. Y si hay quejas, los últimos que lo tienen que notar son los pacientes.
Tengo un amigo enterrador en Zaragoza. No es tampoco un oficio sencillo. Cuando nació nadie le dijo que sería enterrador, pero nunca se ha quejado si un día tiene que sacar de la tumba a dos personas, un niño o un anciano. O meter luego en ese sitio a los hijos de los metidos en sacos o a la madre de los primeros.
Tengo otro que es bombero y a veces tiene miedo en algunas intervenciones, pero es lo que le toca.
Incluso tenía otro que trabajaba en una fundición a cuatro turnos rotatorios con el que era muy complicado quedar, pero en cambio su esposa ocupaba su sitio con los amigos y amigas para que no se perdieran las relaciones. Cuando no trabajaba se tenía que ir a la cama pues madrugaba a las 5 de la mañana o acababa de trabajar a las 10 y solo podía quedar a las 11.
No hay oficios fáciles en muchos casos, pero quien se dedica al servicio público, debería saber que a veces es muy complicado su trabajo, y muchos médicos lo saben de sobra y les encanta su labor humanista. La inmensa mayoría son excelente profesionales con vocación y por eso en España tenemos un servicio de Sanidad que es todavía fabuloso, aunque se lo intenten cargar unos torpes.