Ante mi estupefacción en un programa de los que fijan opinión enlatada Celia Villalobos se declaró republicana. ¡¡Uff!!
Leonardo Padura, en Página 2, citó que sus libros que protagoniza en mayor parte al detective Mario Conde y son grandes frisos de la evolución de la sociedad cubana, no se presentan en La Habana ni se le invita como tertuliano en la tele post-Castro liderada por un descendiente de asturianos que ¿se llama cómo? Sí que los libros circulan pirateados y clandestinos.
Afirmó asimismo que si se producen cambios en Cuba tendrán que ser liderados por jóvenes cuya identidad hoy se desconoce, quizá protagonistas de la evolución de su sociedad por azar o por incubados desde la Iglesia Católica –apunto yo-, pero que no se pueden esperar ni revoluciones ni siquiera evoluciones a según qué edades, las nuestras, porque no estamos ya para esos trotes.
Ambos me hicieron pensar en por qué sistemáticamente han sido abortadas, o no se han considerado suficientemente españolas, opciones políticas que nos harían un país menos frentista, más culturalmente desarrollado. Tales como la conservadora “Agrupación al Servicio de la República”, generada desde la iniciativa para la acción política de Ortega y Gasset, el doctor Marañón y el originalísimo Pérez de Ayala, ese Apollinaire madrileño con todo de Proust.
Pero no era eso, no era eso (la república a la que platónicamente pretendían servir), clamó Ortega el año 32 y pocos de ellos formaron parte activa del Frente Popular. No consiguiendo reproducir un partido cercano al republicanismo francés de De Gaulle o el alemán de Adenauer, estos intelectuales formados en las universidades tedescas. Como se dice ahora, fundaron un partido sin implantación en el territorio.
Cómo superar el carpetovetonismo, el frentismo, el voto contra el otro; cómo dejar de lado en Francia, que nos respinguen y hablen directos con Putin; en Estados Unidos, el excesivo culto a la libertad que deja varado a un enorme porcentaje de su población que ni siquiera computan como parados; en Japón, el tufo a feudalismo piramidal de su estructura de corporaciones, relevante incluso en que el servicio previa inclinación del mayordomo o “salary man” se sustituya por una robótica sumisa que necesitará a siete samuráis si le meten el genoma de la infelicidad y la insatisfacción. “Blade Runner” se halla próximo en moralejas a “Juego de Tronos”.
Quizá sea que haya que ir todo a estribor, como decía el poeta ovetense de familia republicana Ángel Gónzalez, vayamos para variar a todo amor.
Ambos me hicieron pensar en por qué sistemáticamente han sido abortadas, o no se han considerado suficientemente españolas, opciones políticas que nos harían un país menos frentista, más culturalmente desarrollado. Tales como la conservadora “Agrupación al Servicio de la República”, generada desde la iniciativa para la acción política de Ortega y Gasset, el doctor Marañón y el originalísimo Pérez de Ayala, ese Apollinaire madrileño con todo de Proust.
Pero no era eso, no era eso (la república a la que platónicamente pretendían servir), clamó Ortega el año 32 y pocos de ellos formaron parte activa del Frente Popular. No consiguiendo reproducir un partido cercano al republicanismo francés de De Gaulle o el alemán de Adenauer, estos intelectuales formados en las universidades tedescas. Como se dice ahora, fundaron un partido sin implantación en el territorio.
Cómo superar el carpetovetonismo, el frentismo, el voto contra el otro; cómo dejar de lado en Francia, que nos respinguen y hablen directos con Putin; en Estados Unidos, el excesivo culto a la libertad que deja varado a un enorme porcentaje de su población que ni siquiera computan como parados; en Japón, el tufo a feudalismo piramidal de su estructura de corporaciones, relevante incluso en que el servicio previa inclinación del mayordomo o “salary man” se sustituya por una robótica sumisa que necesitará a siete samuráis si le meten el genoma de la infelicidad y la insatisfacción. “Blade Runner” se halla próximo en moralejas a “Juego de Tronos”.
Quizá sea que haya que ir todo a estribor, como decía el poeta ovetense de familia republicana Ángel Gónzalez, vayamos para variar a todo amor.
No por nosotros mismos, traducido en voto de castigo al diferente por odio. Sino a través del ejercicio del amor íntimo en los espacios públicos, o la vida tiene traza de que devendrá nuevamente opresiva. Por limitada, por enconada, porque en las redes se puede insultar sin pensar antes en lo que se insulta.
Quizá fuera mejor ni mencionar el amor porque es una carga frágil, un camión de cerámica de Muel con las piezas únicamente protegidas por bastidores de palé y aquel tejido vegetal como de cáñamo o esparto o capitana que separaba los platos o jarrones, envueltos en hoja recia y heráldica.
Pero lo haremos como vocablo superador de nuestro abandono. Siquiera fuera porque la única justificación del acto de vivir, paréntesis entre dos oscuridades, sea sentir y amar, vivencias superadoras de la cotidiana individual, de la familia como comodín de todas las actitudes mafiosas. Dejar patrimonio a la sangre, a los que también van a morir. Endiosamiento bendecido por cualquier credo.
El final de cualquier amor es una muerte en vida, sucede cuando dejamos o nos dejan y se cierra un segmento más corto que ella; sucedió con las opciones citadas a las que les dolía España; sucede con el desengaño por frotamiento con la estructura burocrática de una organización sin ánimo de lucro; con una convención religiosa basada en una fe que se despacha como solución universal que se desborda a sí misma, en que se pasa a prohibir a los demás las acciones que se hayan podido elegir como acto de renuncia propia. Recetando, despachando y administrando.
Sí, Padura, me gustaría que tuviéramos la opción de votar a un partido de centro derecha no reconquistador, simplemente que procurara una mayor eficiencia en la administración de recursos sin que se produzcan bajas por abandono de desamor.
Ello no es posible, qué cruz, qué expresión de vida incompleta por trucada. Supongo que no la votaría pero es que no me lo puedo ni plantear, tengo que, si voto, votar contra, como amar en el casi, como no poder ser expansivo más que comiendo, ni ser aragonés en mi siglo.
18.11 Luis Iribarren
Quizá fuera mejor ni mencionar el amor porque es una carga frágil, un camión de cerámica de Muel con las piezas únicamente protegidas por bastidores de palé y aquel tejido vegetal como de cáñamo o esparto o capitana que separaba los platos o jarrones, envueltos en hoja recia y heráldica.
Pero lo haremos como vocablo superador de nuestro abandono. Siquiera fuera porque la única justificación del acto de vivir, paréntesis entre dos oscuridades, sea sentir y amar, vivencias superadoras de la cotidiana individual, de la familia como comodín de todas las actitudes mafiosas. Dejar patrimonio a la sangre, a los que también van a morir. Endiosamiento bendecido por cualquier credo.
El final de cualquier amor es una muerte en vida, sucede cuando dejamos o nos dejan y se cierra un segmento más corto que ella; sucedió con las opciones citadas a las que les dolía España; sucede con el desengaño por frotamiento con la estructura burocrática de una organización sin ánimo de lucro; con una convención religiosa basada en una fe que se despacha como solución universal que se desborda a sí misma, en que se pasa a prohibir a los demás las acciones que se hayan podido elegir como acto de renuncia propia. Recetando, despachando y administrando.
Sí, Padura, me gustaría que tuviéramos la opción de votar a un partido de centro derecha no reconquistador, simplemente que procurara una mayor eficiencia en la administración de recursos sin que se produzcan bajas por abandono de desamor.
Ello no es posible, qué cruz, qué expresión de vida incompleta por trucada. Supongo que no la votaría pero es que no me lo puedo ni plantear, tengo que, si voto, votar contra, como amar en el casi, como no poder ser expansivo más que comiendo, ni ser aragonés en mi siglo.
18.11 Luis Iribarren