La debilidad de los periódicos españoles (sucede en buena parte de Europa) debilita el debate político y la razón, aumenta —queriendo o sin querer— la capacidad de decir mentiras que parezca verdades a través de titulares "duros y contundentes" y aleja las verdades calmadas de los debates constructivos.
Tristemente es así aunque no se reconozca para no perder credibilidad. Pero podemos observar los titulares de cualquier día, compararlos entre diversos medios y sacar nuestras propias conclusiones. ¿Todos coinciden en el mismo tratamiento informativo, en la mima verdad?
Hoy nuestra propia dinámica nos ha llevado a leer solo titulares, y es a través de ellos sobre los que los periódicos tienen que construir su negocio. Y un titular no sirve para decir toda la verdad, lo que lleva a tener que simplificar el mensaje, y a buscar la manera de diferenciarse de la competencia y de atrapar al cliente.
Un periódico no debería trabajar para los clientes, sino para los lectores (que no es lo mismo) y para su suciedad. Tampoco los médicos trabajan para sus clientes, ni los policías ni los jueces, por poner algunos ejemplos.
El periodismo digital ha servido para ampliar los ingresos sin poder compensar los que se han perdido por la baja publicidad, y todo esta amalgama se ha tenido que compensar con menos profesionales, y sobre todo más baratos y menos profesionales.
No hay que generalizar, para no mentir, pero vamos camino de que todo esto quede ya generalizado, a poco que las deficiencias económicas de funcionamiento, sigan apretando las tuercas de los medios.
La solución solo la tenemos la sociedad. Antiguamente se hacían trampas con el consumo de papel o con la publicidad institucional. Eso ahora ya casi no es posible.
Así que ya solo queda que los ciudadanos, si queremos una prensa libre como Poder, tengamos que rascarnos los bolsillos. O dejar caer a esa Cuarto Poder y seguir mirando al cielo.