Los mayores, los de mi generación, teníamos el ocio nocturno a las 5 de la tarde. Era la hora en que abrían las discotecas. A partir de las tantas, de la medianoche, solo había ocio para los pudientes y Zaragoza se convertía en un espacio selecto, de lugares elegidos y de poder. Los jóvenes estábamos en casa.
Ahora el ocio nocturno está lleno de jóvenes que ya no tienen que madrugar. Han salido ganando, no se trabaja y no importa el horario.
Hay tanto ocioso disfrutando de su ociosidad, que los que trabajan tienen envidia. Malos tiempos para repensar el futuro.