Una de los destrozos mentales que te produce la vejez es la debilidad corporal y los dolores suaves pero constantes o cuando le viene en gana, a la zona que quiere joderte. En las últimas semanas son dos dedos de mi mano izquierda los que me duelen sin motivo, pero si logro evitarlos me viene la espalda o la rodilla.
Sabes que es complicado evitarlos, que es mucho más costoso en el tiempo que hace unos años el quitártelos de encima si vienen; y aprendes que lo que antes eran cuatro días ahora son de entrada dos semanas si logras vencer esos dolores simples.
La química dicen que ayuda, pero caer en sus brazos debe ser el último recurso.
Otro de los rotos mentales —pero que vienen desde la parte física— es la pérdida de estabilidad.
Para algunas actividades básicas de todo ser humanos ahora nos tenemos que apoyar para sentirnos seguros. Sabemos que las caídas son el primer paso para el confinamiento individual. Ponerse la ropa interior o los calcetines ya no es un ejercicio idiota al que no hay que prestarle atención.
Decimos que a todo nos vamos adaptando y es cierto, lo que no es verdad es que lo hagamos con resignación. Lo hacemos por cojones, por obligación de edad. No hay otra.
Nota.: La imagen es una sección de una obra pictórica del artista Alberto Palomera.