A partir de ciertas edades adultas —para ser suaves y reales—, uno duda siempre si escribir o leer, si entregar o recibir, si soñar despierto o dejarse dormir con lo que otros te plantean.
A ciertas edades uno ya está algo desaparecido, fantasma vivo que sabe que ya no es tan necesario, que no es que sobre, sino que nadie nota que falta.
Se pierde el tren de la necesidad de los otros, tus espacios anteriores quedan ya ocupados y nadie se acuerda de tus tiempos. Tienes que ser tú… quien siga peleando por tenerlos, por creértelos o por creártelos.
¡Qué hermosos verbos! Crear y Creer. Creártelos y Creértelos.
Son estos tiempos para escribir poco pues se lee menos, y de mirar más ya que cada día está todo más borroso.
No hay más. Excepto que quieras moverte con menos color o con otros menesteres tremendamente distintos, artificialmente creados para sobrevivir.
He visto a Joaquín Sabina en una imagen mientras se ponía la vacuna. Es inmundo pues no es una imagen de este mundo. Yo quiero que me vean con bombín y no en camiseta y cara de miedo.
¿Por qué no respetamos más a los adultos excesivos si todos vamos hacia ello, siempre que tengamos suerte en el camino?