Parecería absurdo intentar comprender en marzo de 2021 que una vez que ya supiéramos la forma más potente de que el virus del covid se multiplicara para contagiar, no fuéramos capaces de buscar soluciones, de tomar medidas, de crear protocolos eficaces. No tendría sentido que hubiera que comprende algo que suena a lógico, de sentido común, de simple decisión de preescolar de Política.
Pero estamos casi en abril del 2021, y seguimos en Europa igual que cuando la pandemia comenzó en todo el mundo, sin hacer caso a lo que incluso indican los países que ya casi tienen dominado el problema. Hay dos elementos básicos que son muy sencillos de gestionar. Uno es el de las vacunas que parece una tontería de una Europa incapaz. Y el otro es el de gestionar la ventilación eficaz y potente, y los contactos físicos.
Sobre la vacuna no voy a decir nada, iremos viendo de qué manera salimos de este claro error de lentitud. pero sobre la ventilación sí quiero hablar.
En todas las escuelas tenemos espacios abiertos al aire libre y sin usar. Aunque sabemos que ni los niños son grandes contagiadores y que la altura de muchas clases funciona bien junto a la desinfección y ventilación constante. Ventanas abiertas y si es necesario ventilación forzada.
En los comercios grandes estamos en la misma situación, pero en los pequeños tampoco hemos sido capaces de articular que las puertas estén siempre abiertas. En New York ya hace meses que se alentó que los comercios que desearan pudieran sacar sus servicios a la calle, a la acera.
Hoy sabemos con seguridad que los aerosoles son el proceso más contaminante de todos los posibles. Espacios cerrados con poca ventilación donde se permanece más de 10/15 minutos. Pero no hemos sabido transmitir esto a la población, a la que seguimos insistiendo con la limpieza de manos para evitar el contagio por contacto, cuando es el medio menos peligroso de los estudiados.
No sabemos si tener ventiladores encendidos en las casas es positivo o negativo, no sabemos el papel del aire acondicionado, tampoco el tipo de filtros mejores para controlar el virus en estos aparatos, ni si el ozono no sirve para nada, o si los medidores de CO2 deberían ser obligatorios en los comercios, colegios o bares.
No hemos dictado normas para que las comunidades de vecinos tengan las ventanas comunales siempre abiertas, ni hemos explicado con claridad para todo el mundo los tiempos mínimos y máximo de ventilación de las viviendas según su ubicación, altura, horas del día, etc. Tampoco se nos dice qué papel pueden jugar en los contagios los sistemas de ventilación interna de los baños sin ventana.
En algunos medios de transporte urbano la orden es tajante. Las ventanillas siempre abiertas, pero han tardado mucho, no siempre se cumple y no en todas las ciudades o sistemas de transporte es la orden tan clara. ¿Que hace frío? ¿Que es molesto el aire? ¿Y no somos capaces de mitigar esa molestia? ¿Y hace más frío en el interior de un bus que en la propia calle?
Los bares y restaurantes se tuvieron que cerrar en sus interiores sin dar la opción de que quien pudiera demostrar excelente ventilación pudiera abrir. Cambiar las cristaleras de la entrada por ventanales abiertos es una opción posiblemente más barata que estar meses cerrados.
Nos prohibimos viajar, movernos, cuando en realidad lo grave es el contacto cercano y por mucho tiempo con personas que puedan contagiar. No entiendo bien qué relación tiene el viajar o moverse entre pueblos con estar cerca de muchas personas en un espacio cerrado. En Renfe te dan los billetes todos juntos dejando enormes espacios de los vagones sin ocupar, que enseguida son cubiertos por personas que se van cambiando de lugar. ¿No es posible tener algunas ventanas abiertas en los trenes convencionales, como hace unas décadas?
Los espacios al aire libre rodean nuestras localidades pero no somos capaces de potenciarlos. Una discriminación positiva en estos meses hubiera supuesto convertir grandes avenidas en peatonales, acercar a las personas a los grandes parques urbanos o periurbanos, movilizar con nuevos sistemas urbanos a las personas para que no se juntaran el las escaleras mecánicas de los Centros Comerciales y se movieran por zonas verdes naturales al aire libre, sin techo y con más distancia.
Otro error de libro ha sido concentrar horarios. El comercio esencial debería abrir a las 7 de la mañana como en Europa y cerrar a las 10 de la noche para alargando los tiempos lograr menos persona por hora en sus espacios. Es cierto que eso supone cambiar horarios a trabajadores de estos espacios, en los que por cierto el número de ERTEs han sido muy altos.
En un país con 4 millones de desempleados, tener una actividad a bajo nivel es mucho peor que provocar su subida para que alargue tiempos y servicios. El dinero de los ERTE podría haber ido en parte para compensar esos horarios.
Dentro de unas décadas será imposible entender que en España no haya funcionado un sistema de control telefónico de los contagios, de la pandemia, de las personas. Es un absurdo de tamaño increíble.
Ayer mismo con una aplicación en mi teléfono móvil (habrá varias, seguro) estuve jugando a localizar aviones que pasaban por encima de mi cabeza. Los detecta la aplicación y puedes saber de donde viene, a donde se dirigen, qué tipo de avión es y si cumple sus horarios o va con retraso. Sabes además la altura a la que va y su velocidad. E incluso puede acercarte y en mi caso pude observar en directo como aterrizaba en Zaragoza. E incluso observé en el teléfono una avioneta particular que circulaba a unos 12 km de mi casa y que venía desde Francia hacia Valencia.
Pero en cambio y ante una pandemia que es casi una guerra con más de tres millones de contagiados en España y casi 100.000 fallecidos entre oficiales y estimados, no hemos sido capaces de hacer funcionar en el mismo teléfono móvil una aplicación útil para que todos sepamos si nos movemos entre contagiados, entre personas de riesgo. En otros países ha funcionado perfectamente, pero entre nosotros nos hemos asegurado que es coartar la libertad. Parece ser que no poder ir a otra localidad a ver a los padres o a tus hijos, o tener que dejar que se mueran tus padres solos… ¿no es coartar la libertad?
Julio M. Puente Mateo