A partir de ciertas edades, de las muchas más bien, uno duda si escribir o leer, si entregar o recibir, si soñar despierto o dejarse dormir con lo que otros me plantean.
A ciertas edades uno ya está desaparecido, fantasma vivo que sabe que ya no es necesario, que no es que sobre, sino que nadie nota que falta.
Se pierde el tren de la necesidad de los otros, tus espacios anteriores quedan ya ocupados y nadie se acuerda de tus tiempos.
Tienen que ser tú… quien siga peleando por tenerlos, por creértelos o por creártelos.
Son estos tiempos para escribir poco pues se lee menos, y de mirar más ya que cada día está todo más borroso.
No hay más. Excepto que quieras moverte con menos color o con otros menesteres tremendamente distintos, artificialmente creados para sobrevivir.